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—Lo que pienso de ti. Pienso en la niña de la fiesta de Año Nuevo. En los malditos guppies. Y pienso en una niña dulce, Ari. Eso es todo. He tenido pesadillas sobre el momento en que lo supieras. Yo no quise que todo esto sucediera. No deseaba quince años de dar vueltas alrededor de la verdad. Pero no podía decírtelo. Ellos tenían miedo de que lo hiciera. De que sintiera... algún resentimiento contra ti. Y no es cierto.

¡Se parecía tanto a Ari! Las líneas expresivas empezaban a estar allí. Pero los ojos eran los de una mujer joven, preocupados, esa expresión rara y pequeña que había visto por primera vez aquel día en su oficina, sobre una jarra de guppies ahogados. Supongo que han estado ahí encerrados demasiado tiempo.

—Tu padre está en Planys —dijo ella—. Dicen que lo visitas.

Él asintió. Sintió un nudo en la garganta. Dios. No iba a ponerse a llorar ante una niña de quince años.

—Lo echas de menos.

Segundo gesto de asentimiento. Ella era capaz de pulsar todos los botones. Era Emory. Lo había demostrado en Novgorod. Y le había bastado un toque para que todo el gobierno girara sobre sus goznes.

—¿Estás enfadado conmigo? —le preguntó ella. Él negó con un gesto.

—¿No vas a hablarme? Mierda. Contrólate, tonto.

¿Estás enfadado con mis tíos?

Él repitió la negación. No había nada seguro. Nada de lo que pudiera decir era seguro. Nada de lo que pudiera hacer era seguro. Ella era la que necesitaba saber. El ya lo sabía todo. Y sí había una salida para Jordan, era en la administración de Ari, algún día. Si es que había alguna esperanza.

Ella permaneció en silencio mucho rato. Esperaba a Justin. Sabía que él se estaba derrumbando. Él, que tenía treinta y cuatro años, no sabía cómo actuar.

Justin se inclinó hacia delante, los codos sobre las rodillas, estudió el polvo que tenía entre los pies, después levantó la vista para contemplarla.

No tenía ni idea de lo que le había hecho la primera Ari. Denys se lo había jurado. Y juró lo que le haría si él abría la boca para decirlo.

No lo haré, le había prometido a Denys. Dios, ¿cree usted que tengo algún interés en que vea esa cinta?

Ella no la tiene,le había asegurado Denys. Y no la va a tener.

Sin embargo, había pensado en eso.

No había nada, excepto preocupación en la mirada de Ari.

—No es fácil —dijo él— estar constantemente bajo sospecha. Yo vivo así, Ari. Y nunca hice nada. Tenía diecisiete años cuando pasó todo aquello.

—Ya lo sé. Hablaré con Denys. Haré que te permita ir a visitarlo cuando quieras.

Era todo lo que él había esperado.

—Ahora hay demasiado en juego en el mundo —suspiró Justin—. El lío en Novgorod. La misma razón por la que tú vuelas con escolta. Hay una base militar junto a Planys. El aeropuerto está entre las dos. Tu tío Denys está preocupado y tiene miedo de que traten de secuestrar a mi padre o a mí. Estoy anclado aquí hasta que las aguas vuelvan a su cauce. Ni siquiera puedo hablarle por teléfono. Y Grant nunca ha podido ir. Grant... era como su otro hijo.

—Mierda —maldijo ella—. Lo lamento. Pero irás a verlo. Grant también. Voy a hacer todo lo que esté en mi mano.

—Te lo agradecería mucho.

—Justin, ¿tu padre me odia?

—No. Claro que no.

—¿Qué dice de mí?

—No hablamos de eso. Ya entiendes, cada llamada que le hago, cada segundo que paso con él, hay alguien que nos escucha. Si habláramos de ti, tal vez me detuvieran.

Ella lo observó un rato largo. Impresionada, no. Pero tal vez no se lo habían contado todo. Había una mezcla de expresiones en su cara que Justin no sabía descifrar.

—Tu padre es un Especial —comentó Ari—. Yanni dice que tú deberías serlo también.

—Yanni lo dice. Yo lo dudo. Y nunca van a permitirlo porque no pueden tener a mi padre legalmente, así que no quieren que yo esté en la misma situación. Ya me entiendes.

Ésa era otra cuestión que le había molestado. Otro momento de silencio.

—Algún día —dijo él— cuando las cosas se calmen, cuando estés al frente de Reseune, espero que examines de nuevo el caso de mi padre. Tú podrías ayudarlo. No creo que nadie más lo haga. Solamente, pregúntale las cosas... que me has preguntado a mí.

Pero, Dios, la verdad... sobre la cinta... sobre Ari, el horror de aquello... no saber cómo podrá afectarla.

No es como su predecesora. Es una muchacha decente.

Esa cinta sería una violación para ella, como para mí.

Dios, Dios, ¿cuándo verá esa cosa?¿Dos años más?

¿A los diecisiete?

Tal vez lo haga —dijo ella—. Justin, ¿por qué lo hizo?

Él meneó la cabeza, con violencia.

—En realidad, nadie lo sabe. Temperamento. Dios sabe que no se llevaban bien.

—Tú eres su réplica.

Él perdió el aliento un momento. Y ella lo pilló mirándola directamente a los ojos.

—No tienes su mismo carácter —dijo ella—. ¿Verdad?

—No soy como tú. Solamente soy su gemelo. Parecido físico. Nada más.

—¿Se peleaba con mucha gente? Él trató de pensar en qué decir.

—No. Pero él y Ari tenían muchos desacuerdos profesionales. Cosas que les importaban. Cuestión de personalidad, sobre todo.

—Yanni dice que eres muy inteligente. Justin se tambaleó con el cambio de tema y comprendió que Ari había notado el alivio que él sentía.

—Yanni es muy amable.

—Yanni es un perro —rió ella—. Pero me gusta. Dice que trabajas en cuestiones de grupos profundos. Él asintió.

—Experimentación. —Le alegraba hablar sobre su trabajo. Cualquier cosa menos el tema anterior.

—Dice que tus diseños son muy buenos. Pero los ordenadores siguen escupiendo eso de «Campo demasiado amplio».

—Hicieron otras pruebas.

—Me gustaría que me enseñaras —dijo ella.

—Ari, eso es muy amable, pero no creo que tu tío Denys lo aceptara. No creo que quieran que esté cerca de ti. Y supongo que eso nunca cambiará.

—Quiero que me enseñes —insistió Ari—, que me enseñes lo que estás haciendo.

Él no encontró respuesta. Y Ari esperó sin decir nada.

—Ari, es mi trabajo. Sabes que hay algo de vanidad personal en todo esto. —En realidad estaba confundido, acorralado y la muchacha, pensó, era totalmente inocente—. Ari, he hecho muy poco en mi vida. Al menos me gustaría escribirlo yo por primera vez antes de que se lo trague el trabajo de otro. Si es que vale algo. Ya sabes que los celos profesionales son algo real. Existen. Y tú harás tanto en tu vida... Déjame libre mi rinconcito privado.

Ella pareció desilusionada. Apareció una línea entre sus dos cejas.

—Yo no te lo robaría.

Él rió, una risita muy leve, a pesar de la amargura.

—¿Sabes lo que estamos haciendo? Discutiendo como la primera Ari y mi padre. Y acerca de la misma cuestión. Tú intentas ser buena conmigo. Eso lo sé.

—No intento ser buena. Te estoy pidiendo un favor.

—Mira, Ari...

—No te voy a robar tu trabajo. No me importa quién lo presente. Lo único que quiero es que me enseñes lo que haces y cómo lo haces.

Él se recostó. Y ella lo estaba arrinconando, una niña petulante y traviesa, acostumbrada a conseguir cuanto deseaba.

—Ari...

—Lo necesito, mierda.

—Uno no consigue todo lo que necesita en la vida.

—¡Estás diciendo que te robaría lo tuyo!

—No estoy diciendo eso. Digo que tengo algunos derechos, Ari, los tengo aunque sean bien pocos en este lugar; tal vez quiera que mi nombre se mencione en el trabajo. Y el de mi padre. Aunque sea sólo porque llevamos el mismo apellido.

Eso la detuvo. Lo pensó, mientras lo miraba con los ojos muy abiertos.

—Comprendo. Puedo arreglarlo. Te lo prometo. No tomaré nada que tú no quieras que tome. Yo no miento, Justin. No miento. No a mis amigos. No en cosas importantes. Quiero aprender. Quiero que me enseñes. Nadie en la Casa me va a impedir que tenga el maestro que yo elija. Y te elijo a ti.

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