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—¿Por qué no me explica directamente lo que quiere que haga? Estoy muy cansado, Yanni. Me rindo. Dígalo y yo lo haré.

—Sobrevive.

Justin parpadeó. Se mordió el labio.

—¿Vas a perder el control delante de mí? —preguntó Yanni.

La niebla se esfumó. Las lágrimas desaparecieron. Sólo se sentía avergonzado y furioso, tan furioso que habría podido retorcerle el cuello a Yanni.

Éste le sonrió. Muy complacido.

—Podría matarlo —espetó Justin.

—No —dijo Yanni—. No está en tu perfil. Tú derivas cuanto te ocurre hacia tu interior. Y nunca dejarás de sentir la fuerza de esta tendencia. Es lo que te hace ser tan mal clínico y tan buen diseñador. Grant puede sobrevivir a la tensión, si tú no le pones más sobre los hombros. ¿Me oyes?

—Sí.

—Lo sabía. Así que no lo hagas. Ve a tu oficina y dile que voy a volver a presentar la solicitud de permiso.

—No se lo voy a decir. Se está convirtiendo en un punto muy sensible para él. Le duele, Yanni. No puedo hacerlo.

Yanni se mordió el labio.

—De acuerdo. No se lo digas. ¿Entiendes por qué es un problema, Justin? Tienen miedo de que los militares lo secuestren.

—¿Por qué, Dios mío?

—Un movimiento para conseguir poder. Se supone que no debería decírtelo. Estoy quebrantando los límites de Seguridad. Hay un movimiento de fuerzas de Defensa. Hay un sector que propone la nacionalización de Reseune. Eso es lo que quieren ahora. La salud de Lu empezó a flaquear, le falla la rejuv. Le quedan dos años como mucho. Gorodin está cada vez más aislado de la Secretaría de Defensa. Tal vez lo sometan a votación para el puesto, una situación que no se da desde la Guerra. Una elección entre los militares. Está el jefe de Investigaciones Militares, que adquiere cada vez más peso detrás del jefe del servicio de Inteligencia. Khalid. Vladislaw Khalid. Si tienes miedo de algo, Justin, ten miedo de ese nombre. El sector podría utilizar muy bien cualquier incidente. Y Gorodin también. Amañado o no, da lo mismo. Estás en peligro. Grant todavía más. No tienen más que arrestarlo en el aeropuerto, decir que llevaba documentos, Dios sabe qué. Denys puede arrancarme la cabeza por habértelo contado. Quería protegerte, no perturbar tu trabajo. Grant no conseguirá un pase de viaje ahora, ni tú. Es la verdad. Díselo a Grant, si te parece que eso puede ayudarlo. Pero, por Dios, díselo en un lugar bien privado.

—Quieres decir que nos están espiando.

—No lo sé. Solamente puedo hablar de este momento. Ahora no.

—Dijiste que estamos...

—Lo digo ahora. Si Gorodin sobrevive a la elección que sin duda se va a producir, estarás a salvo. Si no, nada lo estará. Perderemos nuestra mayoría en el Concejo. Y después de eso, no querría apostar por quién está a salvo. Si perdemos nuestra condición de Territorio Administrativo, Planys también lo perderá. ¿Me entiendes?

—Sí. —Volvió a sentir lo mismo de siempre. Otra vez el mismo juego. Se sintió mareado. Y mucho más firme con respecto a la realidad—. Si me está diciendo la verdad...

—Si estoy diciendo la verdad, será mejor que te despiertes y empieces a cuidarte. Durante los próximos años esto va a ser un infierno, hijo. Un infierno. Lu se muere. Es cuestión de tiempo. Lu podría renunciar, pero con eso no se arreglaría nada. Quienquiera que la sustituya, pondrá un nuevo secretario. Lu está minando su salud, sigue adelante, trata de manejar esa pelea interna en la que tan hábil es. Gorodin está demasiado tiempo en el espacio. Demasiado lejos de su estructura de mando. Lu trata de ayudar a Gorodin a pasar la tormenta, pero la habilidad de Lu para dejar de lado a los deudores políticos está disminuyendo con rapidez, a medida que se acerca a la pared. Está equilibrando sectores dentro de su propio sector. El problema es, ¿cuánto tiempo puede sobrevivir en ambos sentidos?

VIII

La potranca recorrió la pista de nuevo, con los ollares abiertos, excitada, y Ari la miró, miró a Florian, tan seguro y grácil sobre su lomo.

Junto a ella, con los brazos cruzados, estaba Catlin, y Andy, y gran parte del personal de AG. No era la primera vez que veían a Florian y a la potranca trabajando, pero nunca antes Administración y el personal de AG habían permitido que Ari lo intentara. El tío Denys estaba allí. Por otra parte, el tío Giraud estaba en Novgorod, donde pasaba la mayor parte del tiempo. Había una elección. Un tal Khalid estaba desafiando a Gorodin en Defensa, y todos en Reseune estaban preocupados por aquella cuestión. Y ella también estaba preocupada, porque lo que había oído sobre Khalid significaría que habría otro juicio si él cumplía sus amenazas. Pero una elección tardaba meses y meses, porque los resultados tenían que llegar desde los confines del espacio, y el tío Denys consiguió un ratito para ir hasta el establo. Había insistido en que si ella iba a romperse algo otra vez, quería estar allí para llamar a la ambulancia inmediatamente. Amy Carnath también había ido, y Sam, Stasi, Maddy y Tommy. Ari estaba un poco nerviosa con tanta gente. Nunca había pensado que su primer intento con la potranca se convertiría en un momento especial. Tampoco lo había deseado.

Florian había estado trabajando a la potranca y enseñándole durante meses, incluso había grabado una cinta de habilidad, se había puesto sensores de pies a cabeza mientras la potranca hacía todos los movimientos que sabía hacer, y había mantenido una cámara justo detrás de las orejas, todo para enseñar a Ari lo que debía hacer para mantener el equilibrio y cómo reaccionar ante los movimientos de la potranca. Eso era lo más parecido a un paseo a caballo que había hecho hasta el momento. Y la cinta le había proporcionado una sensación maravillosa.

El tío Giraud, que seguía siendo el tío Giraud, había comentado que aquella cinta tenía muchas posibilidades comerciales.

Florian llevó a la potranca de vuelta con mucho estilo y hubo unas exclamaciones y un aplauso de los chicos; eso asustó a la potranca, que retrocedió. Pero se calmó y Florian se bajó muy tranquilo y le entregó las riendas.

—¿Sera? —dijo. Ari respiró hondo y avanzó hacia la potranca.

Había avisado a todo el mundo que debían estar callados. Ahora reinaba un silencio absoluto. Todos miraban, y ella deseaba con todo su corazón hacer las cosas bien y no quedar mal ni asustar a nadie.

—Pie izquierdo —murmuró Florian, por si ella se había olvidado—. La llevaré un ratito hasta que usted la sienta, sera.

Había tenido que estirarse para alcanzar el estribo. Se apoyó y aferró la montura y subió sin hacer el ridículo. La potranca se movió entonces; Florian la llevaba de la brida y, de pronto, Ari sintió la cinta, sintió el movimiento que se instalaba justo donde el músculo y el hueso sabían que estaría, y los dos cedieron con facilidad.

Tuvo ganas de llorar y apretó los dientes porque no quería hacer tal cosa. Ni parecer una tonta con Florian llevándola de la brida.

—Ya está —dijo—. Dame las riendas, Florian. Él detuvo a la potranca y pasó las riendas sobre la cabeza del animal. Estaba muy nervioso.

—Por favor, sera, no deje que la domine. Está inquieta por toda la gente.

—La tengo —dijo ella—. Está bien.

Y fue muy prudente. Empezó la vuelta a un paso tranquilo, dejando que la potranca se acostumbrara a ella en lugar de a Florian, tras meses y meses de haber permanecido en la cerca de la pista, viendo desde lejos cómo montaba Florian, y lo había visto caerse algunas veces también, y pensaba que nadie fuera de la vieja Tierra sabía cómo se hacía lo que él estaba haciendo. Una vez la potranca se había caído, un gran golpe, y Florian se había desmayado durante unos instantes, totalmente inconsciente, pero se había levantado y había dicho que no era culpa de la potranca, que el animal había tropezado, él lo había sentido, y había seguido montando mientras ella y Catlin se quedaban ahí, con las manos apretadas.

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