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—Dijo que le hubiera gustado más que el Probador no se mostrara tan positivo al respecto. Dijo que las adicciones se sienten bien al principio...

—Ah, ¡que se vaya a la mierda! —Grant levantó los brazos y caminó los tres pasos posibles por la repleta oficina—. ¿Qué mierda le pasa?

—Yanni es Yanni, eso es todo. Y está hablando en serio. Es un punto que él tiene la obligación de...

Grant se dio la vuelta y se apoyó sobre el respaldo de la silla.

—Yo también hablo en serio. Ya sabes que esto me afecta mucho. No van a saber nada que el Probador no pueda decirles; ya hicieron la prueba en los ordenadores de Sociología, que crean lo que dice, mierda.

—Bueno, a mí también me afecta, pero eso no quiere decir que Yanni vaya a votar en contra. Y tuvo un proceso limpio. Al menos tuvo eso.

Grant lo miró con una expresión claramente agitada. Pero respiró hondo, reprimió sus sentimientos y se tranquilizó en una transición de emociones que solamente era posible para un actor o un azi.

—Sí, tuvo eso. Lo aclararán. Tendrán que usarlo tarde o temprano.

—No tienen por qué hacer nada —admitió él, sintiendo el tirón de la forma brusca en que Grant había cerrado la comunicación—. Ya lo probaron. Pero alguna esperanza de que...

—Fe en mis creadores —repitió Grant con calma—. Mierda, esto merece una celebración. —Lo dijo con alegría, con una sonrisa brillante—. No me sorprende, claro. Lo sabía antes de que lo probaran. Te lo dije. ¿No es cierto?

—Me lo dijiste.

—Así que alégrate. Te lo mereces.

Había que intentarlo. Tenían montañas de trabajo que hacer y la oficina no era un lugar apropiado para discutir sutilezas. Pero sí en el trayecto por el cuadrángulo hacia la oscuridad, un atajo no muy controlado y con avisos contra los problemas que podía ocasionar el clima y un banco de nubes detrás del Ala Dos.

—Empezaste a decir una cosa esta tarde —dijo Justin. Sentía el camino. Y la soledad—. Acerca de Yanni.

—No dije nada de Yanni.

—Claro que sí. ¿Estuvo molestándote por algo?

—Yanni y su conservadurismo. Eso es todo. Sabe más que lo que dice. Mierda. Sabe que la cosa está pasando las pruebas. Pero tiene que encontrar algo negativo.

—No te pongas en blanco. Estabas a punto de decir algo. Los secretos me ponen nervioso, Grant, ya lo sabes.

—No sé de qué hablas. No hay secretos.

—Vamos. Te acabas de poner a 180. ¿Por qué no lo dices?

Unos pasos en silencio. Después:

—Estoy tratando de acordarme. En serio. Mentira.

—Dijiste que había algo que te afectaba.

—¿Eso? —Una risa corta, leve—. Me afecta que sean tan obtusos.

—Lo estás haciendo de nuevo —insistió Justin con calma—. De acuerdo. Me voy a preocupar en privado. No importa. No te preocupes. No te metas.

—A la mierda.

—A la mierda. Sí. ¿Qué te pasa? ¿Te molestaría decírmelo?

Más pasos en silencio.

—¿Es una orden?

—¿Qué mierda quiere decir eso de «orden»? Te he hecho una pregunta. ¿Te molesta que te pregunte? —Justin se detuvo en el camino que cruzaba el sendero procedente del Ala Dos, en elfrío de la tarde con el brillo de los relámpagos a lo lejos—. ¿Algo relacionado con Yanni? ¿Fue Yanni? ¿O fui yo quien dijo algo?

—Eh, me alegro de que haya salido bien. Estoy contento. En serio. No me sucede nada malo. Nada relacionado contigo, o con Will.

—Adicciones. ¿Fue ésa la palabra clave?

—Ya hablaremos de esto en otro momento.

—¿Hablar dónde? ¿En casa? ¿Te parece seguro?

Grant suspiró y se fijó en el murmullo del trueno y en la luz temblorosa de los relámpagos sobre el horizonte del Ala Dos. Era un clima peligroso. Era una tontería arriesgarse a salir al exterior en el camino del viento que se lo llevaría todo... muy pronto.

—Es la frustración —dijo—. De que no crean a Will. De que sepan tanto porque son CIUD.

—Deben ir con cuidado. Por Will mismo, si no por otra cosa. Por los otros programas que está probando...

—Los CIUD son un mal necesario —dijo Grant con placidez, con tranquilidad, frente al trueno distante—. ¿Qué haríamos los azi sin ellos? Enseñarnos a nosotros mismos, supongo.

Grant estaba bromeando. Aunque en realidad aquello no era una broma. Justin se daba cuenta de eso.

—Piensas que no van a escucharlo.

—No sé lo que van a hacer. ¿Quieres saber qué es lo más molesto de ser azi, supervisor mío? Saber lo que es correcto y de sentido común y estar seguro de que no van a escucharte.

—Este no es un problema exclusivo, diría yo.

—Diferente. —Grant hizo sonar los dedos sobre el pecho—. Hay formas y formas de escuchar. Siempre me escuchan cuando no te escuchan a ti. Pero no lo hacen en la forma en que te escuchan a ti. Ni a Will, claro.

—Están interesados en su seguridad. Escuchar no tiene nada que ver con eso.

—Tiene mucho que ver. No creen en su palabra.

—Porque él está metido en el problema.

—Porque un azi está siempre metido en el problema y bien lejos de los lugares donde se toman las decisiones. Yanni está metido en el problema y tiene que ser muy subjetivo con sus opiniones CIUD y sus diseños CIUD, ¿acaso lo descalifica eso? No. Lo convierte en un experto.

—Yo te escucho.

—Mierda, no me dejaste tocar esa rutina.

—Por tu bien, Grant, por tu bien. —De alguna forma eso salió mal a medio camino—. Bueno, lo siento, pero me importa. Eso no es un CIUD que trata de hacer valer su rango. Es un amigo que necesita de tu estabilidad. ¿Qué te parece?

—Bastante falso.

—Eh. —Tomó a Grant por el hombro—. Si quieres, agrédeme con otros recursos, ¿de acuerdo? No hablemos del trabajo por el que yo incluso arriesgaría mi cordura y digamos que estás desilusionado porque no confío en mi propio juicio al respecto. Te daría cualquier cosa. Te dejaría...

—Ese es el problema.

—¿Dónde?

—Déjame.

—Amigo, Grant. Mierda, estás en pensamiento contradictorio, ¿no?

—Eso debería calificarme para dirigir algo, ¿no crees? Apenas probamos que somos tan locos como los CIUD, conseguimos los papeles y estamos calificados para no escuchar a los Probadores azi.

—¿Qué ha pasado? ¿Qué ha pasado, Grant? ¿Quieres decírmelo y aclarar las cosas?

Grant miró un rato la oscuridad.

—Frustración, eso es todo. Me... rechazaron una solicitud para ir a Planys.

—Mierda.

—No soy su hijo. No... —Grant respiró despacio una, dos, tres veces—. No estoy calificado de la misma manera. Mierda, no quería decírtelo. No esta noche.

—Dios. —Justin lo cogió por los hombros y lo abrazó un momento. Lo sintió luchar por recuperar el control, por conseguir respirar.

—Estoy tentado, quisiera decir que quiero cinta —dijo Grant—. Pero una mierda si voy a decirlo. Mierda, mierda. Lo que hacen es jugar a política. Ellos... ellos pueden hacerlo, eso es todo. Tu proyecto funciona. Celebrémoslo. Quiero emborracharme, amigo. Bien borracho. Estaré bien. Es la ventaja de la contradicción, ¿no? Todo es relativo. Tú trabajaste mucho para esto, los dos trabajamos. No me sorprende en absoluto. Sabía que funcionaría. Pero me alegro de que se lo probaras.

—Voy a ir a ver a Denys de nuevo. Dijo... Grant se separó de él, con dulzura.

—Dijo que tal vez. En algún momento. Cuando todo se tranquilizara. «En algún momento» no es ahora, evidentemente.

—A la mierda con esa niña.

Las manos de Grant le lastimaron los brazos.

—No digas eso. Ni siquiera lo pienses.

—Elige muy mal los momentos para hacer las cosas. Muy, muy mal. Por eso están tan nerviosos.

—Eh. Ella no elige los momentos. Ella no elige los momentos, nunca. ¿Recuerdas?

Un rugido de truenos. Los relámpagos incendiaron el oeste, sobre los acantilados. De pronto, sonó la alarma del perímetro. Un gemido en la noche. Llegaba el viento, un viento como para quebrarlo todo.

Justin y Grant se cogieron mutuamente de la manga y corrieron hacia el refugio, hacia la seguridad, donde las luces amarillas de alarma formaban un rayo estable sobre la entrada.

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