Posiblemente Corain no sabía que De Franco estaba en manos de Ari. Eso explicaría la forma en que había aceptado arriesgar su carrera política en una ruptura de quorum.Seguramente no pensaba que pudiera cambiar el mercado de Pan-paris, dominado por Lao. No podía hacer nada excepto costarle dinero al gobierno, y otros intereses se molestarían por eso.
Desde luego, no era probable que planteara objeciones a la ley de Ciencias.
Seguramente.
—Doctora Emory. —A pesar de sus ayudantes y los guardaespaldas, una mano le tocó el brazo y Catlin apareció junto a ella enseguida, el cuerpo tenso y la expresión confusa, porque el que la había tocado no era un ayudante, sino el almirante Gorodin en persona, que acababa de saltarse las defensas de Catlin—. Quisiera hablar un momento con usted, por favor.
—Tengo prisa.
Ari no deseaba hablar con ese hombre que, con gran parte del presupuesto a su disposición, con un gasto sibarítico para su departamento, seguía discutiendo con ella la idea de poner diez naves a disposición del proyecto Hope y continuaba apoyando a Corain. Ella tenía otros contactos en Defensa y los usaba: una gran parte de la sección de Espionaje y la mayoría de los Servicios Especiales estaba de su parte, y una nueva elección sobre los militares tal vez podría desbancar tanto a Gorodin como a Lu. Que Corain pensara en eso si tenía ganas de pelea.
—Caminaré con usted —dijo Gorodin que se negaba a retirarse mientras sus ayudantes se mezclaban con los de Ari.
—Un momento, ser —dijo Catlin. Florian se había acercado. No estaban armados. Los militares sí. Pero esto no les impedía cumplir con su misión. Eran azi y respondían a sus órdenes, no a la lógica.
—Está bien —dijo Ariane y levantó la mano en señal que confirmaba sus palabras.
—Una fuente interna nos ha dicho —empezó Gorodin— que tiene usted los votos para el proyecto Hope.
Maldita sea.El corazón de la doctora se aceleró. Pero dijo en voz alta, una voz totalmente tranquila:
—Bueno, su fuente tal vez tenga razón. Pero no se lo aseguro.
—Corain está preocupado. Va a perder mucho con este asunto.
¿ Qué mierda se propone?
—Usted sabe que podemos detener esto—dijo Gorodin.
—Seguramente, pero no les serviría de nada. Si está en lo cierto.
—Tenemos una fuente en el personal de De Franco, doctora Emory. No estamos equivocados. También tenemos una fuente en la Compañía Andrus y dentro de Industrias Hayes. Muchísimas acciones. ¿Van a conseguir finalmente esa construcción en el espacio profundo?
Dios mío.
Gorodin levantó una ceja.
—Ya sabe, Hayes tiene contactos con Defensa.
—No sé a qué se refiere, pero no me gusta hablar de finanzas y de votos al mismo tiempo. Y si tiene un grabador escondido, pienso cuidarme bien.
—Como yo, sera. Pero no estamos hablando de finanzas. Tal como están las cosas, puse a mi gente a hablar con los ayudantes de Hayes en cuanto lo supe. Y estamos enterados de que la extensión de Reseune tiene que ver con la ley Rubin, y cuando mi personal se pasó toda la noche investigando el charter de Reseune, un joven ayudante muy amable nos proporcionó unos apartados en los artículos que dan a Reseune el derecho único de declarar que ciertas secciones subsidiarias de un edificio forman parte de su territorio administrativo. Esto significa que lo que usted proyecta construir en Fargone no estará bajo el control de Fargone. Va a estar bajo su control.Una parte independiente de la Unión. Y Rubin tiene algo que ver con eso.
Esto es más de lo que puede haber sabido por sus propias fuentes. Maldita sea. Alguien se ha ido de la lengua y él sigue hablando de Hayes y de Andrus. Quiere que los culpe a ellos.
—Eso es muy complicado —murmuró Ari. Habían llegado a la intersección del balcón y el vestíbulo de las oficinas del Concejo, adonde ella quería ir. Ella se detuvo y miró al almirante—. Siga.
—Su proyecto nos parece de interés militar. Una oficina de Reseune en Fargone ofrece riesgos serios de seguridad.
Durante un momento, todo se detuvo. El golpe no venía de la dirección que había previsto. No era lógico. Pero lo erasi uno se preocupaba por los contactos de mercado.
—No estamos hablando de laboratorios, almirante.
—¿Y de qué estamos hablando, entonces?
—Rubin va a trabajar allá. Será sobre todo su laboratorio.
—Parece depositar una enorme fe en ese muchacho.
Trampa. Dios mío, ¿dónde está la trampa?
—Es un hombre muy valioso.
—Me gustaría discutir los aspectos de seguridad antes de la votación de esta tarde. ¿Es posible?
—Por desgracia tengo una cita para almorzar.
—Doctora Emory, honestamente no quiero mandar más informes a los comités. Estoy tratando de colaborar con usted. Pero me parece que todo esto va demasiado rápido. Tengo otras preocupaciones que supongo no querrá que se mencionen aquí.
Alguien ha hablado. Ha presionado a alguien.
Pero dijo en voz alta, a Florian:
—Dile a Yanni que tengo que solucionar unos problemas y que me reemplace. Llegaré cuando pueda.
—Miró al almirante, más calmada—. Su oficina o la mía —dijo, pensando que sonaba como una negación, ahora no como un torpedo en el flanco.
—Gracias —dijo Ariane, tomando el café de manos de Florian, que sabía cómo le gustaba. Era su oficina, su sala de reuniones, y todos sus guardaespaldas estaban presentes; los ayudantes del almirante estaban fuera, él mismo se lo había ofrecido.
Conciliación, tal vez.
El almirante se tomó el café solo, como la mayoría de los que lo probaban en ocasiones especiales. Era raro y auténtico, importado desde Sol, en el hemisferio sur de la Tierra. Era uno de los vicios cultos de Ari. Y ella lo tomaba con leche. Leche auténtica. Segunda extravagancia.
—AG todavía está trabajando en esto —comentó ella—. Algún día... Cyteen había sido un infierno contaminado de siliconas cuando empezaron con la agricultura en los valles profundos, donde las cúpulas y las torres de los precipicios podían crear un minihábitat.
Otro recuerdo breve: tanto castaño, tanto azul verdoso en las colinas. Las líneas giraban sobre el valle como una tela de araña. Los grandes espejos captaban la luz del espacio y la reflejaban en forma de energía desde las colinas. Y las máquinas climáticas en órbita cubrían la tierra con tormentas, tormentas terribles. Estamos a salvo, Ari,decía mamá. Es sólo ruido. Es el clima, nada más.
Leonid Gorodin se tomó el café con la mirada tranquila. Sonrió y dijo:
—El rumor en el Departamento es que el proyecto Rubin es suyo, doctora. Que usted se encarga en persona. Cualquier cosa que usted haga altera el equilibrio entre nosotros, la Alianza y Sol. Esto nos preocupa mucho.
—Nosotros tenemos nuestra seguridad interna. Siempre la hemos tenido.
—Dígame, doctora Emory. El proyecto que están llevando a cabo, ¿va a tener alguna importancia estratégica?
Trampa.
—Almirante, sospecho que el desarrollo de un nuevo tipo de inodoro puede tener importancia estratégica para alguno de sus asesores.
Gorodin esbozó una risita amable y esperó.
—De acuerdo —continuó ella con calma—. Apreciaríamos un voto de apoyo de su Departamento. Si usted quiere que cambiemos de lugar el edificio, lo cambiaremos, incluso a la estación Cyteen. Somos muy flexibles. Pero no queremos perder a Rubin.
—¿Tan importante es?
—Sí.
—Le haré una propuesta, doctora Emory. Usted tiene una agenda. Y quiere que esas leyes se aprueben, que pasen por Finanzas y como es natural no desea que haya retrasos. Usted quiere volver a Reseune y yo a mi comando. Tengo mucho trabajo allí y, entre usted y yo, soy alérgico a algo que hay por aquí y no me gusta hacer vida social.
—Yo también estoy ansiosa por volver a casa —dijo ella. Era un baile. Llegaría al punto crucial cuando Gorodin quisiera.