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—'Acabaréis como Dick Dearlove, acabaréis así todos' —insistió Tupra en su imitación un momento, riendo brevemente y alzando un dedo admonitorio. Luego añadió—: Lo único, Jack, es que un tipo como él jamás atravesaría Clapham ni Brixton en automóvil, ni para entrar en la ciudad ni para salir de ella.

—Bueno, está bien, pero podría extraviarse, confundirse de salida en la autopista y acabar allí varado, ¿no? Pasa a veces, ¿no? Yo vi algo parecido en una película que se llamaba Grand Canyon, ¿usted la ha visto?

—No voy mucho al cine, sólo si me obliga el trabajo. Antes sí, cuando era joven. Pero me parece que no te haces idea del nivel económico de esta gente, Jack. Lo más probable es que Dearlove se desplace en su helicóptero para la mayoría de las distancias cortas. Y para las largas en su avión privado, con un séquito que empequeñecerá al de la Reina. —Se quedó callado unos segundos, como si se acordara de algún viaje suyo en un avión de esos, particulares. Tupra se mostraba muy despreciativo hacia Dearlove y otras figuras semejantes, pero lo cierto es que se relacionaba con buen número de ellas ocasionalmente, de la televisión, la moda, la canción o el cine, y en la medida en que fui testigo, las trataba con desenvoltura, con simpatía y con confianza. A veces me preguntaba si esos contactos, difíciles para el común de las gentes, se los proporcionaban desde esferas altas, en función de su cargo y por facilitarle el trabajo. Claro que nunca supe con exactitud cuál era ese cargo. Por lo demás no se lo veía incómodo junto a las celebridades más frívolas. Eso podía formar parte de su preparación, de su oficio, no significaba necesariamente que apreciara esas compañías. La verdad es que no se lo veía incómodo en ningún ambiente, ni en los más sesudos ni en los más serios, ni en los más pretenciosos ni en los más idiotas ni en los bajos fondos ni en los sencillos, era sin duda un hombre que se aclimataba a lo que hiciera falta. Luego volvió atrás—: Dime, ¿crees que sería capaz de matar en alguna otra circunstancia, además de por ver su vida no sólo en peligro, sino, según tú..., digamos en tela de juicio? Tal vez tengas razón, tal vez lo horripilaría que su término fuera feo, inadecuado, abrumador, desairado, sarcástico, turbulento, sucio...

—No sé —respondí algo chasqueado por su rigor realista, y en seguida me arrepentí de haber dicho las palabras más decepcionantes en aquel edificio, 'No sé', o las más desdeñadas. Me apresuré a taparlas—. Ése me parece el principal motivo posible, pero supongo que no sería imprescindible que su vida corriera peligro, si, como pienso, en cierto sentido le importa más su historia, más el relato de esa vida que la vida misma. Aunque él ignore eso, probablemente. Esa prioridad no se daría tanto, creo, por los futuros o ya presentes biógrafos cuanto por tener que recontársela a sí mismo a diario, por tener que convivir con ella. No sé si me explico bien.

— No. No del todo, Jack. Esmérate, por favor. Anda. No te enredes. —Esa clase de comentarios me acicateaba con algo de infantilismo por mi parte, no me he librado nunca de eso y ya no lo haré, es seguro. — Le gusta su imagen, le gusta su historia en conjunto, con su fase odontológica y todo; nunca la pierde de vista, nunca la olvida —intenté esmerarme—. Él tiene siempre presente su trayectoria entera: su pasado, también su futuro por tanto. Se ve a sí mismo como un cuento, cuyo final debe cuidar, pero no menos su desarrollo. No es que no admita reveses ni flaquezas ni manchas, en ese cuento, no es tan cándido. Pero deberían ser de un tipo que no destacara en exceso por su estridencia, que no sobresaliera obligadamente (una horrible prominencia, un bulto) cuando cada mañana se mire al espejo y piense en 'Dick Dearlove' como en un todo, una idea, o como si fuera un título de novela o película, y además ya clásicas. No es nada relacionado con la moral, ni con la vergüenza, no es eso, de hecho casi todo el mundo se mira a la cara sin el menor problema, siempre se encuentran excusas para los propios desmanes, o para negarse que lo sean, la mala conciencia y el arrepentimiento desinteresado ya no son de este tiempo, hablo de otra cosa. Él se ve desde fuera, sobre todo desde fuera, no tiene dificultad en admirarse. Y quizá lo primero que al despertar se diga sea algo parecido a esto: 'Oh caramba, no ha sido un sueño: soy Dick Dearlove, nada menos, y tengo el privilegio de verme y tratarme a diario con semejante leyenda'. En realidad eso no es nada raro, tanto si se deja como si se quita la palabra 'leyenda'. Se sabe de escritores que recibieron el Nobel y que se pasaron lo que les quedó de vida pensando cada poco rato: 'Soy Premio Nobel, lo soy, yo soy un Nobel y cómo brillé en Estocolmo', y a veces diciéndoselo en voz alta, fueron oídos por sus preocupados próximos. Pero también conozco a bastante gente sin significación objetiva ni fama que sin embargo se percibe de ese o parecido modo, y que asiste a su vida como si estuviera en el teatro. Un teatro permanente, eso sí, reiterativo y monótono hasta la náusea, que no escatima un detalle ni dos segundos de tedio. Pero esas personas son espectadores muy benévolos y contentadizos, no en balde son también cada una el autor, el actor y el protagonista de sus respectivas obras dramáticas (es un decir, lo de dramáticas). Ya sabe que Internet ha hecho efectiva esa forma de vivir y verse. Tengo entendido que hay individuos que incluso ganan dinero mostrando eso, cada soporífero y mísero instante de sus existencias, enfocadas ininterrumpidamente por una cámara estática. Lo asombroso, lo cerebralmente enfermizo, lo vitalmente malsano es que haya quienes estén dispuestos a contemplar eso, y pagando; quiero decir espectadores distintos de los propios autores, actores, protagonistas, en ellos no es muy anómalo, en ellos sí se explica.

—Vamos, Iago, por favor: a lo concreto. En las disquisiciones no te sigo. Dearlove. ¿Cuándo más crees que podría cargarse a alguien?

Claro que sí me seguía Tupra en las disquisiciones, él jamás se perdía, aunque lo que oyera le interesara poco, y creo que conmigo no se aburría, eso uno lo nota, cuando capta la atención de quien tiene enfrente, no en vano di clases, se me van alejando ya mucho en el tiempo. A veces me llamaba así, Iago, con la clásica forma, cuando deseaba irritarme o bien centrarme. Sabía que Wheeler se refería a mí por Jacobo y no debía de atreverse a intentar pronunciarlo, así que me lo dejaba a mitad de camino, en la familiaridad shakespeariana, quizá con segundas intenciones burlonas, no eran descartables. Claro que me seguía Tupra, pero a veces fingía que la tradicional aversión hacia lo especulativo y teórico de la formación y el espíritu ingleses le impedía acompañarme muy lejos en mis digresiones. Él no sólo lo seguía todo, sino que además lo registraba, archivaba, lo retenía. Y era bien capaz de apropiárselo.

—Disculpe, Mr. Tupra, no era mi intención desviarme —dije; era aún modoso por entonces—. Bien, se dice que Dearlove es bisexual, o pentasexual, o pansexual, no lo sé, sexualísimo, una furia viva, en la prensa no faltan insinuaciones. Y desde luego anoche me pareció hiperestimulado cuando se enfundó en su bata verde y se empeñó en limpiarle la caries a Mrs. Thompson. Aunque sin duda habría gozado más hurgando en la boca de su joven hijo. Lástima para el Doctor Dearlove, supongo, que el muchacho no se prestara a la práctica pese a su meliflua insistencia. También se dice que lo conmueven mucho los... ¿los recién púberes, digamos?

—Se dice, sí —contestó Tupra con tono serio, pero sin apenas disimular en el rostro que todo aquello le hacía gracia—. ¿Y?

—Bueno, pongamos que un menor le tendiera una trampa, un menor o una menor, me da lo mismo. Si no estoy mal informado, él deja correr todos esos rumores tranquilo, ya que sólo son eso, rumores. Me imagino que no es mala forma de ventilarlos: hacer caso omiso, ni siquiera darles carta de existencia con desmentidos y demandas y quejas. Él jamás ha dicho una palabra sobre sus predilecciones sexuales, tengo entendido. Y bueno, al fin y al cabo se le conocen sus dos matrimonios aunque fueran sin hijos, y a eso se atiene, ¿no?, oficialmente.

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