Yunes y Pedro caminaban por la arena hacia la alfombra iluminada, despacio. Y de pronto, y sin que ninguno de vosotros lo advirtiera, echaron a correr en dirección contraria, hacia el banco donde Aisha y Farida les esperaban. ¡Ahí van dos! ¡A por ellos! ¡Vamos a limpiar la playa! ¡A la caza! Los que estabais sentados al borde del mar no oísteis nada, ni Aisha ni Farida tampoco lo oyeron. ¡A la caza! ¡A la caza! ¡Corre, Aisha! ¡Corre! ¡Vete de aquí! ¡Corre! ¡Farida, corre! Una porra metálica agitada en el aire. Un ruido seco. ¡Farida!, un gemido. Un cuerpo que cae. ¡Farida! Un mango estrecho para una porra ancha.
Aisha y Farida se levantan del banco. Miran hacia la playa y distinguen a lo lejos las luminarias que Andrea y Matilde consiguen mantener encendidas. No ven tendido a Yunes. Pero oyen algo, oyen algo. ¡Aisha! ¡Farida! Pedro consigue dar un paso más, hacia ellas. Se levantan del banco y se acercan a la balaustrada. ¡Aisha, corre! ¡Largaros las dos de aquí, Aisha! Cinco hombres blandiendo porras muy cortas, cinco mangos estrechos en cinco manos que han perdido el miedo a matar. Otro cuerpo que cae. ¡Aisha!, otro gemido. ¡Aisha! Las mujeres distinguen a Pedro en el suelo. Cinco hombres le golpean con sus cortas porras metálicas de mango estrecho. ¡A por ellas!, dicen al verlas dirigirse a las escaleras que dan a la arena. Y vosotros estáis demasiado lejos. No veis a los cinco hombres. No son jóvenes. Atuendos elegantes. El pelo engominado y rizos en la nuca. Bien peinados. Han dejado atrás la cabeza rapada y las botas militares. Visten chalecos de gamuza verde para salir de caza. ¡A por ellas! No lo oís, no oís ¡A por ellas! ¡A la caza! ¡A la caza! Y no veis a Farida y a Aisha. Iluminadas por las farolas del paseo marítimo. Sus caftanes de colores. Bajan las escaleras. No huyen. Corren. Y en su carrera se dirigen hacia los asesinos. ¡Venid aquí, moras de mierda! ¡Bien, éstas no nos van a hacer correr! ¡Vienen a ver a sus cerdos! ¡Acercaos, que también hay para vosotras!
Tú creíste oír voces, desde lejos. Fuiste el primero en alarmarse:
—Allí pasa algo raro —le dices a Ulises.
Miráis en dirección a la noche. Unas sombras se mueven en la playa.
—Allí pasa algo raro —insistes.
Apagasteis la música. Y prestasteis atención. ¡Buena caza! ¡Buena caza! ¡Hay que limpiar la playa!
No reaccionasteis a tiempo.
—¿Qué ha sido eso?
—No lo sé.
Farida y Aisha avanzan hacia los cuerpos tendidos en la arena. No las visteis llegar junto a sus hombres, mientras los bien vestidos les hacían pasillo. Y estaban solas. Oísteis los gritos desgarradores de las dos mujeres, pero no alcanzasteis a verlas arrodilladas en la arena. Corristeis hacia las sombras que se movían. Corristeis hacia los gritos. Pero no llegasteis a tiempo. Los cazadores tenían acorraladas a sus presas. Las presas no hicieron intención de escapar. Los cazadores reían. ¡Hola, hola, cerdita! ¡Mírame, yo también quiero que me des un besito! ¡No seas guarro! ¡Dile a esta perra que me mire! ¡Díselo tú, a mí me da asco! ¡Mírame, putita! Aisha y Farida ahogan sus lamentos en los cuerpos de Pedro y Yunes. ¡Déjame a la vieja! ¡Llora, llora, llora, lloriquea, puta de mierda! ¡Para ti la puta vieja, yo quiero la putita! ¡Viene gente! ¡Yo también quiero la putita! ¡Dile que te mire! ¡Mírame! ¡Mírame! ¡Que viene gente! Una porra metálica levanta la barbilla de Aisha. ¡Mírame te digo, perra! Aisha obligada a levantar la cabeza, baja los ojos. ¡Sí, ésta es para mí! ¡Que os estoy diciendo que viene gente! No llegasteis a tiempo.
Farida recibió un golpe en el cráneo mientras abrazaba la cabeza de Yunes y miraba a Aisha. Unos ojos que miran más allá del dolor. ¡Auisha!, gimió, ¡Auisha!
Aisha fue la última en morir. Pero no lo visteis. Murió llorando. Con su vestido de boda empapado en la sangre de Pedro.