—Si no te conociera pensaría que te ríes de mí.
—Te equivocas, me estoy riendo de ti, pero no lo haría si no me conocieras.
—Pues no hagas bromas difíciles. Y no te rías de mí, chistoso —Andrea se apoyó cariñosa en su hombro—. ¿Quieres venir?
—Vengo muy acompañado —contestó él.
—No importa, que se vengan todos.
Estela, situada de modo estratégico junto a Ulises, aceptó la invitación. Se dirigió a Andrea como si se tratara de una íntima amiga:
—Claro que iremos, será una fiesta preciosa —la miró de arriba abajo—. Ese bolso lo llevabas en el último estreno, ¿verdad? Te lo vi en una revista. ¿Es de Versace? —Andrea miró a Ulises levantando levemente los hombros, achinando los ojos y arrugando la nariz—. De Versace. Sí —se contestó a sí misma dándole la vuelta al bolso que colgaba del hombro de Andrea—. Y el vestido, ¿de quién es?
—Es mío —contestó la actriz sin disimular su fastidio—, y el bolso también es mío. ¿Nos conocemos?
—Claro, querida, nos presentaron antes, en el vestíbulo del Union Royal.
—¡Ah!
—Ven, quiero presentarte a alguien —intervino Ulises, cogiendo a Andrea de la mano.
La llevó junto a Matilde. Estela los siguió.
—A Estanislao Valle y a Adrián Noguera te los presenté también antes del estreno —le recordó al acercarse a vosotros.
—Estás preciosa, Andrea. Preciosa —le dijo Estanislao.
Y tú cometiste la torpeza de pronunciar una de las frases que más le molestaba escuchar:
—A ver si trabajamos juntos pronto.
—Da mala suerte mencionar la palabra trabajo en una fiesta —te contestó Andrea.
—¿Ah, sí?
El temor de que su refugio había sido descubierto, invadido, causó en Andrea una sensación de nervios. Cuando Ulises le presentó a Matilde, su discreción la tranquilizó; y el encanto de Aisha y los suyos le devolvió por completo la calma.
—Seniorita Disdímona, ¿tú no duele en cuello por marido?
—No, mujer, no, si eso es el cine. Aunque por casi yo tamién me lo creo, ¡eh! —Pedro se quedó mirando a Andrea fijamente y añadió—: Mese figura a mí que usted está más guapa al natural.
El vestido de Andrea, de un blanco luminoso, se ajustaba a su cuerpo. Dos aberturas dejaban ver la piel de sus caderas y sus costados. Andrea levantó el brazo para colocarse la cadena del bolso, y Aisha temió que se le viera el pecho.
—Vestido bunito blanco como novia bunita, pero abujero quien te hace no sabe medida buena, mucho grande —se acercó a ella, cómplice—. Mueve poco brazo arriba, seniorita, por casi veo todo y todo el mundo.
La risa de Andrea se confunde en tu insomnio con los gritos de Aisha. Con la frase que escuchaste antes que el grito. ¡Buena caza! ¡Buena caza!
—¿Quieren venir a una fiesta en la playa? —les preguntó Andrea.
Aisha miró a Pedro, para buscar en sus ojos la respuesta. Estela, después de observar el interés que Aisha despertaba en Andrea, intervino para convencerlos de que acudieran a la playa:
—Oh, sí, vengan con nosotros, no lo piensen más, será una fiesta preciosa, miraremos las estrellas tumbados en la arena.
—Y tenemos música de Marruecos. Anda, sí, vente Aisha —añadió Andrea, acompañando su insistencia con una enorme sonrisa.
—¿Farida y Yunes tamién nosotros vienen, seniorita?
—Sí, claro que sí.
Farida y Yunes, que se habían quedado detrás de Aisha y de Pedro, se acercaron al escuchar sus nombres.
—Mira Farida ven conoce a muchachita de pilícula. Esta es —Aisha se volvió hacia su amiga y le habló al oído—. ¿Digo nombre tuyo verdadero y Yunes o nombre que tú das policía?
—¿Amigos senior Ulises? —preguntó Farida.
—Sí, amigos invitan fiesta ti y Yunes.
—Nombre verdadero —dijo orgullosa Farida.
Andrea estrechó la mano de Farida, y después la de Yunes. Ellos terminaron de nuevo su saludo llevándose la mano a la boca. Viste la fascinación en los ojos de la actriz, la ingenua emoción que traslucían al mirar a Farida y a Aisha, te recordó el candor de los niños cuando escuchan los cuentos de príncipes y princesas.
—Me encantaría que vinieran también a la fiesta de la playa.
¡A la caza! ¡A la caza! ¡Vamos a limpiar la playa! Confusión. Carreras. Sangre. La voz de Aisha, su cadencia, resuena en las últimas palabras que oíste de sus labios al preguntar a Andrea:
—¿Con vestidos bunitos fiesta en playa? ¿O cambia?