Pero llegó un día en que Prudencia empezó a pensar, y no recuerda cuándo. Un día cualquiera el placer se convirtió en búsqueda de placer. Un día en que no sintió esa invasión de los sentidos, sino la del cuerpo de su marido, su peso sobre ella, y la prisa por volver a ser dos. Ella pensaba en la cesta de la compra mientras esperaba el final con paciencia. Cuando él se retiraba, ya casi dormido, Prudencia sabía qué iban a comer mañana; y qué precio tenía que pagar. Día a día.
Hasta que llegó el asco.