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P. P. D. Por favor si pueden pongan algunas flores en la tumva de Algernon en el patio trasero...

Las Trece Brujas De Witch

Leigh Richmond

El programa IWC era un boletín informativo por Bill Howard, y aquella noche las noticias eran particularmente desagradables.

Bill, con su ancho rostro de facciones vulgares, inclinado a través de una mesa escritorio hacia el televidente, hablaba en tono horrorizado de la peste-submarina que, según la opinión general, se había originado en el Canal de Suez, esparciéndose a través de El Cairo.

Es fácil suponer,dijo Bill a su auditorio , que las naciones más interesadas en crear una crisis en el mundo en estos momentos han llevado el submarino allí para tener una coartada y acusarnos a nosotros. Es indudable que el submarino está allí, y que ha sido construido en América, y que la epidemia es real. El grupo investigador de las Naciones Unidas, que mañana saldrá hacia la zona del Canal para ofrecer su informe al mundo, se encontrará con que la epidemia había sido provocada por bacterias cultivadas en un laboratorio y trasladadas por un submarino construido en América. Esto es, Suponiendo que no existan m s complicaciones, lo que dirán en su informe.

A los ojos del mundo,continuó Bill , el problema no es ya el saber si ha estallado o no la guerra bacteriológica, sino quién la ha empezado... y el hecho de que el submarino lleve la marca de los Estados Unidos y sea de construcción norteamericana no responde en absoluto a la pregunta.

La guerra bacteriológica ha estallado, y nadie puede imaginar dónde dará el próximo golpe.

Pero hay una cosa segura, y es que la guerra bacteriológica ha estallado.

Con aquella frase terminó el boletín de noticias, y a continuación aparecieron en la pantalla las trece brujas, marca de fábrica de la International Witch Corporation.

Harvey Randolph, fabricante de los productos Witch, se inclinó hacia la pantalla con gran atención. Acababa de contratar con Burton, Dester, Duston & Oswald, la organización de un nuevo lanzamiento publicitario para sus productos.

Las trece brujas tenían las piernas largas, de danzarina, y llevaban unas altas caperuzas negras de bruja, y unas largas capas negras, con ribetes carmesí. Todas tenían largos cabellos que ondeaban al viento mientras bailaban.

Randolph se mordió el labio inferior, contemplando pensativamente a las brujas.

Habían aparecido en la pantalla entonando un canto parecido al grito de las walquirias.

¡Brujas del mundo, uníos!

¡Uníos para hacerlo limpio, limpio, limpio!

Witch limpia... ¡AHORA!

Hum, pensó Randolph. El canto resultaba casi irritante después de aquella frase final la guerra bacteriológica ha estalladodel boletín de noticias. Pero aquel dramático final del boletín de noticias no era una cosa corriente.

Las brujas seguían cantando mientras bailaban. Ninguna tarea es demasiado grande, ninguna tarea es demasiado pequeña-cantaban—. ¿Qué producto Witch necesita usted? Debería usted tenerlos todos...

Cada bruja, desde luego, encarnaba a un producto especial de la cadena Witch: detergente, jabón, champú; limpiacristales, desengrasante líquido... Witch jabón o detergente, Witch limpia rápidamente...

¿Qué producto Witch necesita usted? Debería tenerlos todos...

Randolph pensó que era un programa publicitario como otro cualquiera. La gran innovación planeada por BDD amp;O llegaría a continuación.

Y llegó. En la pantalla, detrás de las brujas, apareció un mapa del Canal de Suez, y luego un modelo en cartón piedra del hocico de un submarino, y una cabaña, y un sudario gris colgando sobre ellos.

Mientras las brujas daban media vuelta y empezaban a bailar hacia el decorado, la voz en off del locutor anunció:

¡Brujas del mundo, uníos! Si Nasser tuviera bastantes brujas

[2] , podría resolver la crisis que nos tiene a todos sobre agujas...

Y las brujas, bailando acompasadamente, se acercaron al submarino y a la cabaña cantando: ¡Hacerlo limpio, limpio, limpio! ¡Witch limpia, AHORA!. Cada una de ellas empezó a frotar con un producto Witch, y, mientras frotaban, el sudario fue desapareciendo, y el submarino y la cabaña aparecieron resplandecientes, como recién pintados.

¡Limpio, limpio, limpio!-cantó el coro—. ¡Witch, Witch, Witch, limpio, limpio, limpio! Vencer a la suciedad, es vencer la enfermedad.

¡Mantenga la limpieza con Witch!

Bueno, se dijo Randolph. Y luego otra vez: Bueno.

No acababa de gustarle. El anuncio no era de buen gusto, precisamente. Con la crisis tan cerca... pero después de verlo uno no olvidaría el producto. Después de aquello, uno se veía obligado a pensar en los productos Witch.

Se recordó a sí mismo que al día siguiente, a primera hora, debía comprobar la reacción que había producido el anuncio y apagó la T.V.

Era casi mediodía cuando Randolph recordó la llamada que se había propuesto hacer a BDD amp;O. Oswald se puso al otro lado del hilo casi inmediatamente.

—Aquí, Randolph —dijo—. Le llamo acerca del anuncio de anoche. Me pareció un poco fuerte. ¿Piensan repetirlo hoy?

—¿Repetirlo? Nunca repetimos nada, Randolph —rió Oswald—. Es usted un hombre afortunado. Tengo a toda la plantilla ocupada con el anuncio de esta noche. No tiene por qué preocuparse. Nosotros nos ocuparemos de todo, hasta de los más mínimos detalles.

—Lo de anoche me pareció un poco fuerte —repitió Randolph. Se sintió un poco intrigado por el tono en que le había hablado Oswald, aunque no demasiado. Los hombres que trabajaban en la publicidad eran entusiastas por naturaleza, en opinión de Randolph. Tal vez era una cualidad necesaria en su profesión—. La gente puede tomar a mal que bromeemos con una cosa tan seria como una epidemia, aunque diga usted que la limpieza puede evitarla.

—La epidemia, ése es el punto fuerte. Imagínese usted que el grupo de investigadores de las Naciones Unidas informa de que no existe ninguna epidemia, y que el submarino sospechoso es uno de los más limpios y más saludables del mundo... Podemos sugerir, en tal caso, que se utilizan los productos Witch para mantenerlo limpio.

—Mister Oswald —la voz de Randolph adquirió un tono de imperiosa autoridad—. ¿Le importaría explicarme con exactitud de qué está usted hablando?

—¿Es que no ha oído usted las noticias.? ¡No hay guerra bacteriológica! Reconozco que es un patinazo de Bill Howard, pero todo puede arreglarse. No hay epidemia en El Cairo. Los investigadores de las Naciones Unidas no han podido encontrar ni un mal resfriado. Y en cuanto al submarino de marras, le han dado un certificado de salud absoluta, total. Ahora, el anuncio que planeamos para esta noche...

A aquella misma hora, cierto número de personajes importantes estaban reunidos con el Presidente. Sus reacciones al informe de las Naciones Unidas eran completamente distintas a la que Oswald había manifestado.

—Lo que me asusta, señor Presidente, es lo exacto del cronometraje y lo detallado de la ejecución —estaba diciendo el Subsecretario de Estado.

El Secretario de Estado volaba en un Jet, en aquellos momentos, para agregarse a la reunión.

—El hecho implica una técnica que nosotros no hemos alcanzado ni soñábamos alcanzar. He hablado con el jefe de la CIA, y los informes de nuestros agentes están fuera de toda duda. No sólo se produjo la epidemia, sino que se extendió rápidamente. La existencia del submarino portador de la peste es evidente. Si son capaces de provocar una guerra bacteriológica, y de producir una curación en masa de la noche a la mañana, estamos a su merced. No existe ninguna bomba —ni puede ser inventada— que alcance el poder de lo que acaban de demostrarnos.

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