501Capitán Ramballe, del 13.° ligero, condecorado por la acción del día 7. [...] ¿Puedo saber con quién tengo el honor de conversar tan agradablemente, en vez de estar en la ambulancia con la bala de aquel loco en el cuerpo?
502Por favor. Comprendo sus razones, seguramente es usted oficial o jefe... Ha combatido contra nosotros, pero eso no es cosa mía. Le debo la vida y eso me basta. Soy todo suyo. ¿Es usted gentilhombre? [...] Dígame su nombre de pila, si no le molesta. No le pido más, ¿Pierre, dice?... Magnífico. No deseo saber más.
503Sí, mi querido monsieur Pierre, le estoy muy agradecido por haberme salvado... de aquel loco... Ya tengo, sabe usted, bastantes balas en el cuerpo. Aquí una [...] es de Wagram y dos de Smolensk. [...] Y esta pierna, ya lo ve, no funciona bien. Fue en la gran batalla del día 7, en el Moskova... ¡Dios mío! Era hermoso, merecía la pena de verse, un diluvio de fuego. Nos dieron ustedes bastante que hacer, ya pueden estar orgullosos, ¡al diablo! A fe mía y a pesar de la tos que me gané, volvería a empezar ahora mismo. Compadezco a quienes no lo han visto.
504Yo estuve allí.
505¡Oh! ¿De veras? Tanto mejor. [...] Son ustedes unos enemigos de cuidado. El gran reducto se mantuvo firme, ¡caray! Y nos lo hicieron pagar caro. Tuve que ir al ataque tres veces, tal como me ve. Tres veces llegamos a los cañones y las tres nos echaron atrás como monigotes. Era magnífico, monsieur Pierre. Sus granaderos estuvieron soberbios ¡por Dios! Los vi seis veces seguidas cerrar sus filas y marchar como en una parada. ¡Qué hombres! Nuestro rey de Nápoles, que de eso entiende, tuvo que gritar: “¡bravo!”. ¡Oh, oh!... Es un soldado como nosotros [...] Tanto mejor, tanto mejor, monsieur Pierre. Terribles en la batalla... galantes... [...] con las mujeres así son los franceses, ¿no es verdad, monsieur Pierre .
506A propósito, dígame: ¿es verdad que todas las mujeres se han ido de Moscú? ¡Qué idea tan extraña! ¿Qué podían temer?
507¿Acaso las mujeres francesas no huirían de París si entraran allí los rusos?
508¡Ja, ja, ja! ¡Esto sí que es bueno! ¿París? Pero, París... París...
509Bueno, si no hubiera dicho que era ruso, habría apostado que era parisién. Tiene usted un no sé qué...
510He estado en París. Viví allí varios años.
511Ya se ve, ya se ve. ¡París! ...Un hombre que no conoce París es un salvaje. Los parisienses notan a dos leguas de distancia. París es Taima, la Duchesnois, Potier, la Sorbona, los bulevares... [...] No hay más que un París en el mundo. Usted ha estado en París y sigue siendo ruso; pues bien, no lo estimo menos por eso.
512Volviendo a sus mujeres, dicen que son muy hermosas. ¡Qué absurda idea esa de ir a sepultarse en las estepas cuando el ejército francés está en Moscú! ¡Qué gran oportunidad se han perdido! Sus mujiks, es otra cosa; pero ustedes, las gentes civilizadas, deberían conocernos mejor. Hemos conquistado Viena, Berlín, Madrid, Nápoles, Roma, Varsovia, todas las capitales del mundo... Nos temen, pero también nos aman. Es un placer conocernos. Y además, el Emperador...
513El Emperador [...] Acaso el Emperador...
514¡El Emperador! Es la generosidad, la clemencia, la justicia, el orden, el genio: eso es el Emperador. Se lo digo yo, Ramballe. Aquí donde me ve, hace ocho años era su enemigo. Mi padre fue un conde emigrado... Pero ese hombre me ha vencido. Me tiene en un puño. No pude resistir el espectáculo de la grandeza y la gloria con que ha cubierto Francia. Cuando comprendí lo que quería, cuando vi que nos preparaba un lecho de laureles, no pude menos que decirme: “Éste es un soberano”, y me entregué a él. Eso es. ¡Sí, amigo mío! Es el hombre más grande de los siglos pasados y venideros.
515¿Está en Moscú?
516No, hará su entrada mañana.
517¡Encantador este coronel de los würtemburgueses! Es alemán, pero buen tipo, si lo hubo. Aunque es alemán.
518A propósito, ¿sabe alemán usted?
519¿Cómo se dice asilo en alemán?
520Los alemanes son unas bestias, ¿verdad, monsieur Pierre? Y bien, otra botella de ese burdeos moscovita, ¿eh? Morel, nos calentará otra botella. ¡Morel!
521Parece que estamos tristes. [...] ¿Lo he ofendido tal vez? No, de veras, ¿tiene usted algo contra mí? ¿Tal vez se debe a la situación?
522Palabra de honor, aun sin hablar de lo que le debo, siento amistad por usted. ¿Puedo serle útil en algo? Disponga de mí para la vida o la muerte. Se lo digo con la mano en el corazón.
523Sí, amigo mío, caprichos de la fortuna. ¿Quién iba a decirme que sería soldado y capitán de dragones al servicio de Bonaparte, como lo llamábamos en otro tiempo? Y, sin embargo, aquí estoy en Moscú con él. Tiene que saberlo usted, amigo. Mi nombre es uno de los más antiguos de Francia.
524Pero todo esto no es más que la puesta en escena de la vida; el fondo es el amor... ¡El amor! ¿No es cierto, monsieur Pierre? ¿Otro vaso?
525El amor de los carreteros [...] el amor de los tontos.
526Recuerdos de Alemania, donde asilo se dice Unterkunft, los maridos comen coles y las muchachas son demasiado rubias.
527¡Toma!
528El amor platónico, las nubes...
529¿Qué busca ése ahí?
530Un niño en aquella casa. ¿No han visto a un niño?
531¡Toma! ¿Qué cuenta ése? ¡Vete a paseo!
532¿Un niño? [...] He oído gimotear a alguien en el jardín. Puede ser su chaval, de ese tipo. Hay que ser humanos...
533¡Daos prisa, vosotros! ¡Comienza a hacer calor!
534¡Ahí tienes a tu chaval! ¡Ah! Es una niña, ¡tanto mejor! ¡Hasta la vista, muchacho! Hay que ser humanos... Todos somos mortales, comprendéis...
535¡Deja a esa mujer!
536¡Vamos, nada de locuras!
537Tiene un puñal, teniente.
538¡Ah! Un arma. [...] Bueno, se lo explicarás al consejo de guerra. [...] ¿Habla francés?
539No tiene aspecto de hombre de pueblo.
540¡Oh! ¡Oh! Me parece que es un incendiario. [...] Pregúntale quién es.
541No les diré quién soy. Soy un prisionero; llévenme.