163Cabeza de puente.
164Escaramuza.
165Se obligará a Austria.
166Hay que perdonarle la «u».
167A secas.
168Se dice que [...] es terrible en el pillaje.
169Ya se verá.
170Háblenme de eso.
171La mujer es la compañera del hombre.
172El gabinete de Berlín no puede expresar un sentimiento de alianza, sin expresar... como en su última nota... usted comprende... usted comprende... Además, si Su Majestad el Emperador no modifica el principio de nuestra alianza... Espere, no he concluido... [...] Supongo que la intervención será más fuerte que la no intervención. Y... [...] No se podrá imputar a la falta de acuse de recepción nuestro despacho del 28 de octubre. Así es como terminará todo esto.
173¡Demóstenes, te reconozco por la piedra que escondes en tu boca de oro!
174En esta miserable aldea morava. [...] Hay que hacerle los honores de Brünn.
175¡Ah, Excelencia! [...] Tenemos que irnos aún más lejos. Ese malvado nos viene de nuevo pisando los talones.
176No, no, confiese que es una bella historia la del puente de Tabor. Lo han pasado sin un tiro.
177Que no ve más que fuego y olvida que debía hacer contra el enemigo.
178Es genial. El príncipe Auersperg se jacta de honor y hace arrestar al sargento. En fin, confiese que es una historia simpática toda esta estratagema del puente Tabor. No es ni estupidez ni cobardía...
179Tal vez sea traición.
180Tampoco. Este asunto pone a la Corte en una situación sumamente embarazosa. No es traición, ni cobardía, ni estupidez; es como lo de Ulm... [...] Es... es lo de Mack. Estamos mackados.
181Querido, eso es heroísmo.
182Querido amigo, es usted un héroe.
183A ese ejército ruso, al que el oro de Inglaterra ha traído desde el más lejano confín del universo, le haremos probar la misma suerte que al de Ulm.
184Ésas son las delicias del campo, señor príncipe.
185Os harán bailar.
186¿Qué demonios está diciendo?
187Historia antigua [...] El Emperador mostrará a vuestro Suvórov, como a los demás...
188Muy gracioso, mi señor príncipe.
189Ya sabes que estoy agobiado de trabajo y que sólo por pura caridad me ocupo de ti; y, además, sabes muy bien que lo que te propongo hacer es lo único factible.
190Encontrará en mi casa a la bella Elena, a la que nadie se cansa de contemplar.
191Espere, tengo algo preparado para usted esta tarde.
192Mi buena Elena, debe ser caritativa con mi pobre tía, que siente adoración por usted. Vaya a hacerle compañía diez minutos.
193¡Y qué porte!
194Espero que nunca más dirá que se aburre uno en mi casa.
195Bien, los dejo en su rinconcito; veo que están muy bien en él.
196Dicen que está arreglando su casa de San Petersburgo.
197Eso está bien, pero no se marche de la casa del príncipe Vasili. Es bueno tener un amigo como el príncipe. Sé algo de eso. ¿Verdad?
198Todo esto es muy bonito, pero tiene que terminar.
199¡Es un hombre tan bueno y excelente nuestro buen Viazmitínov!
200Es un partido muy brillante, pero la felicidad, querida...
201Los matrimonios se hacen en el cielo.
202Alina, ve a ver qué hacen.
203Nos llegan huéspedes, príncipe. [...] Según he oído, es su Excelencia el príncipe Kuraguin con su hijo.
204Han llegado, María.
205¿Todavía está así, querida princesa? Los recién llegados deben de estar ya en la sala; tendremos que bajar y usted ni se preocupa de arreglarse.
206No, María, francamente esto no te sienta. Me gustas más con tu vestidito gris de diario. No, por favor, hazlo por mí.
207Vamos, querida princesa... un pequeño esfuerzo más.
208No, déjenme.
209Por lo menos, cámbiate el peinado. Ya te lo decía yo. [...] María tiene un rostro al que no le va esta clase de peinado. De ninguna manera. Cambiémoslo, por favor.
210Déjenme, déjenme, todo esto me es absolutamente igual.
211Te lo cambiarás, ¿verdad?
212Lo puso en la puerta...
213¡Oh! Es la perla de las mujeres, princesa.
214Señorita de compañía. [...] Es deliciosa la pequeña.
215¡Pobre muchacha! ¡Es endiabladamente fea!
216¡No, no, no!... Cuando su padre me escriba que se comporta bien, le daré mi mano a besar. Antes, no.
217No, princesa, estoy para siempre perdida en su corazón.
218¿Por qué? Ahora la quiero más que nunca y trataré de hacer todo por su felicidad.
219Pero me desprecia; usted, tan pura, no podrá comprender nunca el extravío de la pasión. ¡Ah! Sólo mi pobre madre...
220Lo comprendo todo.
221¡Ah, querida, querida! [...] La suerte de mi hijo está en sus manos. Decida, querida y dulce María, a quien siempre he amado como a una hija.
222Querida, le diré que jamás olvidaré este instante; pero, querida mía, ¿no nos dará usted un poco de esperanza de conmover ese corazón tan bueno, tan generoso? Diga que tal vez... El porvenir es tan grande. Diga quizá.
223¡Eres una buena pieza, mi niña!
224Eh, niños, a la cama, a dormir.
225Al jefe del gobierno francés.