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III

Nueve días después de la caída de Moscú llegaba a San Petersburgo el enviado de Kutúzov con la noticia oficial del abandono. Este enviado era el francés Michaux, que ignoraba el idioma ruso pero que, quoique étranger(como él mismo decía), era Russe de coeur et dâme. 553

El Emperador recibió inmediatamente al enviado en su propio despacho del palacio de Kámmeni Ostrov. Michaux, que jamás había estado en Moscú antes de la campaña y que ignoraba el ruso, se sintió conmovido cuando compareció delante de notre très gracieux souverain(según escribió él mismo) para informarlo del incendio de Moscú, dont les flammes éclairaient sa route. 554

Aunque el motivo del chagrindel señor Michaux debía de ser diferente del que experimentaban los rusos, cuando fue introducido en el gabinete del Emperador presentaba un rostro tan triste que éste le preguntó en seguida:

—M'apportez-vous de tristes nouvelles, colonel? 555

—Bien tristes, Sire: l'abandon de Moscou 556— respondió Michaux bajando los ojos y suspirando.

—Aurait-on livré mon ancienne capitale sans se battre? 557— preguntó rápidamente el Emperador con el rostro de pronto enrojecido.

Michaux comunicó con todo respeto lo que le había encargado Kutúzov, es decir, que era imposible mantener una batalla en torno a Moscú y no había más que una solución: perder el ejército y la ciudad o sólo a ésta. Y el general en jefe había escogido lo último.

El Emperador escuchaba en silencio, sin mirar a Michaux.

—L'ennemi est-il entré en ville?— preguntó después. 558

—Oui, Sire, et elle est en cendres à l'heure qu’il est. Je l'ai laissée toute en flammes 559— respondió resueltamente Michaux.

Pero al mirar al Emperador se asustó de lo que había dicho. El Soberano empezó a respirar profundamente, el labio inferior le tembló y sus bellos ojos azules se llenaron de lágrimas. Pero sólo duró un instante. El Emperador frunció el ceño, como reprochándose su propia debilidad, y, levantando la cabeza, dijo a Michaux con voz firme:

—Je vois, colonel, par tout ce qui nous arrive, que la Providence exige de grands sacrifices de nous... Je suis prêt à me soumettre à toutes Ses volontés; mais dites-moi, Michaux, comment avez-vous laissée l'armée, en voyant ainsi, sans coup férir, abandonner mon ancienne capitale? N'avez-vous pas aperçu de découragement?... 560

Viendo tranquilizado a su tres gracieux souverain, Michaux se tranquilizó también; pero no había tenido tiempo de preparar su respuesta a la pregunta directa y principal del Emperador, que exigía la misma franqueza.

—Sire, me permettez-vous de vous parler franchement en loyal militaire? 561— preguntó para ganar tiempo.

—Colonel, je l'exige toujours. Ne me cachez rien, je veux savoir absolument ce qu'il en est. 562

—Sire!— dijo Michaux con una fina sonrisa apenas perceptible, habiendo conseguido preparar la respuesta bajo la forma ligera y respetuosa de un jeu de mots. —Sire!, j'ai laissé toute l'armée, depuis les chefs jusqu'au dernier soldat, sans exception, dans une crainte épouvantable, effrayante... 563

—Comment ça?— lo interrumpió el Emperador. —Mes Russes se laisseront-ils abattre par le malheur?... Jamais!... 564

Eso era lo que esperaba Michaux para introducir su juego de palabras.

—Sire, ils craignent seulement que Votre Majesté par bonté de coeur ne se laisse persuader de faire la paix. Ils brûlent de combattré, et de prouver à Votre Majesté par le sacrifice de leur vie, combien ils lui sont dévoués... 565

—Ah! Vous me tranquillisez, colonel— dijo el Emperador recobrando la serenidad y el brillo de los ojos.

Dio unas palmadas en el hombro de Michaux; después, bajó la cabeza y guardó un breve silencio.

—Eh bien, retoumez à l'armée— dijo a Michaux, con un gesto dulce y majestuoso irguiendo el cuerpo cuan alto era. —Et dites à nos braves, dites à tous nos bons sujets partout où vous passerez, que quand je n'aurai plus aucun soldat, je me mettrai, moi-même, à la tête de ma chère noblesse, de mes bons paysans et j'userai ainsi jusqu’à la dernière ressource de mon empire. Il m'en offre encore plus que mes ennemis ne pensent— decía el Zar cada vez más animado. —Mais si jamais il fut écrit dans les décrets de la Divine Providence que ma dynastie dût cesser de régner sur le trône de mes ancêtres— dijo alzando al cielo sus bellos y emocionados ojos azules, —alors, après avoir épuisé tous les moyens qui sont en mon pouvoir, je me laisserai croître la barbe jusqu'ici— y señaló con la mano la mitad del pecho —et j'irai manger des pommes de terre avec le dernier de mes paysans plutôt que de signer la honte de ma patrie et de ma chère nation, dont je sais apprécier les sacrifices... 566

Pronunciadas estas palabras con voz conmovida, Alejandro se volvió como si deseara esconder a Michaux las lágrimas que brotaban de sus ojos y se dirigió al fondo de su gabinete. Allí quedó unos momentos, y después, con grandes pasos, volvió junto a Michaux, y, con energía, le apretó el brazo por debajo del codo. El hermoso y dulce rostro del soberano estaba rojo y sus ojos brillaban de resolución y cólera.

—Colonel Michaux, noubliez pas ce que je vous dis ici; peut-être qu'un jour nous le rappellerons avec plaisir... Napoléon ou moi— dijo Alejandro, llevándose la mano al pecho. —Nous ne pouvons plus régner ensemble. J'ai appris à le connaître, il ne me trompera plus... 567

Y frunciendo de nuevo el ceño, calló.

Al escuchar tales palabras y ver la expresión de firme resolución en los ojos de Alejandro, Michaux, quoique étranger.; mais Russe de coeur et d’âme, se sintió en tan solemne instante enthousiasmé par tout ce quil venait d’entendre(así lo dijo después), y con las siguientes palabras expresó sus propios sentimientos y los del pueblo ruso, de quien se sentía representante:

—Sire, Votre Majesté signe dans ce moment la gloire de la nation et le salut de l'Europe. 568

Con una inclinación de cabeza el Emperador despidió a Michaux.

IV

Cuando la mitad de Rusia estaba conquistada y los habitantes de Moscú huían a provincias lejanas, cuando se movilizaban continuas levas de milicias en defensa de la patria, se nos figura, a los que no hemos vivido en aquella época, que todos los rusos, desde el más pequeño hasta el más grande, se ocupaban sólo de ofrendar su vida para salvar su patria o llorar su pérdida. Los relatos, las descripciones de aquel tiempo, sin excepción, nos hablan de sacrificios, de amor a la patria, de la desesperación, del heroísmo y el dolor de los rusos. En realidad no fue así. Nos lo parece porque del pasado no vemos más que el interés histórico general de aquel tiempo, sin advertir todos los intereses particulares, humanos, de los hombres de entonces. Sin embargo, en el tiempo presente, esos mismos intereses personales prevalecen tanto sobre los generales que a veces llegan a borrarlos totalmente. La mayoría de los hombres de aquella época no prestaban atención alguna a la marcha general de los acontecimientos y se dejaban guiar por los propios intereses personales inmediatos; y fueron precisamente ellos los protagonistas más eficaces de los sucesos de aquel entonces.

Los que trataban de comprender la marcha general de los acontecimientos e intentaban influir en su desarrollo con actos de abnegación y heroísmo eran los miembros menos útiles de la sociedad. Lo veían todo al revés, y cuanto hacían con la mejor de sus intenciones no eran más que tonterías sin provecho, como fueron los regimientos de Pierre y Mámonov, que se entregaban al saqueo de las aldeas rusas; así fueron las hilas preparadas por las damas, que jamás llegaban a los heridos, etcétera.

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