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Como Diluvio Universal, éste fue una desilusión, pero había habido montones de Diluvios Universales antes, como lo atestiguan todas la biblias de todas las naciones, y éste fue tan bueno como el mejor.

Por fin el Arca se elevó y quedó descansando en la cima del Monte Ararat, a cinco mil cien metros sobre la altura del valle, y su carga viva desembarcó y bajó la montaña.

Noé plantó una vid, y bebió el vino y cayó vencido.

Esta persona había sido elegida entre todas porque era la mejor que existía. Iba a reiniciar la raza sobre una nueva base. Esta fue la nueva base. No prometía nada bueno. Llevar adelante el experimento era correr un riesgo grande e irrazonable. Éste era el momento de hacer con esta gente lo que tan juiciosamente se había hecho con los demás; ahogarlos. Cualquiera que no fuera el Creador hubiera visto esto. Pero Él no lo vio. Es decir, quizá no lo viera.

Se dice que desde el principio del tiempo previó todo lo que sucedería en el mundo. Si eso es cierto, previó que Adán y Eva comerían la manzana; que su posteridad sería insoportable y tendría que ser ahogada; que la posteridad de Noé a su vez, sería insoportable, y que con el tiempo Él tendría que dejar Su trono celestial y bajar a ser crucificado para salvar a esta misma fastidiosa raza humana una vez más. ¿A toda ella? ¡No! ¿A una parte de ella? SI. ¿Qué parte? En cada generación, por cientos y cientos de generaciones, un billón morirían y todos irían a la perdición excepto quizá diez mil del billón. Los diez mil tendrían que proceder del reducido cuerpo de cristianos, y sólo uno de cien en ese pequeño grupo tendría una oportunidad. Ninguno de ellos excepto aquellos católicos romanos que tuvieran la suerte de tener un sacerdote a mano para que les limpiara el alma al exhalar el último suspiro, y algún presbiteriano. Ningún otro era salvable. Todos los demás estaban condenados. Por billones.

¿Están ustedes dispuestos a aceptar que previó esto? El púlpito lo acepta. Es lo mismo que aceptar que en materia de intelecto la Deidad es el Pobre Máximo del Universo, y que en cuestión de moral y carácter llega tan bajo que está al nivel de David.

Carta X

Los dos Testamentos son interesantes, cada uno a su modo. El Antiguo nos da un retrato de la Deidad de estas gentes como era antes de que comenzara la religión, el otro nos da un retrato de Él después de la aparición de la mentira. El Antiguo Testamento se interesa principalmente por la sangre y la sensualidad. El Nuevo por la Salvación. La Salvación por medio del fuego.

La primera vez que la Deidad descendió a la tierra, trajo la vida y la muerte; cuando vino la segunda vez, trajo el infierno.

La vida no era un regalo valioso, pero la muerte sí. La vida era un sueno febril compuesto de alegrías amargadas por los sufrimientos, placer envenenado por el dolor; un sueño que era una confusa pesadilla de deleites espasmódicos y huidizos, éxtasis, exultaciones, felicidades, entremezclados con infortunios prolongados, penas, peligros, horrores, desilusiones, derrotas, humillaciones y desesperación: la más pesada maldición que pudiera imaginar el Ingenio Divino; pero la muerte era dulce, la muerte era apacible, la muerte era bondadosa; la muerte curaba el espíritu golpeado y el corazón destrozado, y les daba descanso y olvido; la muerte era el mejor amigo del hombre; cuando el hombre ya no podía soportar la vida, llegaba la muerte a liberarlo.

Con el tiempo, la Deidad percibió que la muerte era un error, un error, en cuanto insuficiente; un error, en razón de que a pesar de ser un agente admirable para infligir infelicidad al superviviente, permitía a la persona misma escapar a toda la persecución posterior en el bendito refugio de la tumba.

La Deidad meditó sobre este asunto sin éxito durante cuatro mil anos, pero tan pronto como bajó a la tierra y Se hizo cristiano se Le aclaró la mente y supo qué hacer. Inventó el infierno y lo proclamó.

Ahora acá hay algo curioso. Todo el mundo cree que mientras estaba en el cielo era severo, duro, fácil de ofender, celoso y cruel; pero que cuando bajó a la tierra y asumió el nombre de Jesucristo, se volvió lo contrario de lo que fuera antes: es decir se volvió dulce, y manso, misericordioso, compasivo, y que toda aspereza desapareció de su naturaleza y que un amor profundo y ansioso por sus pobres hijos humanos tomó su lugar. ¡Mientras que fue como Jesucristo que inventó el infierno y lo proclamó!

Lo cual equivale a decir, que como manso y suave Salvador fue mil billones de veces más cruel que lo que fuera en el Antiguo Testamento -¡oh, incomparablemente más atroz que lo que fuera nunca en sus peores momentos en los viejos días!

¿Manso y suave? Luego examinaremos este sarcasmo popular a la luz del infierno que inventara.

Aunque es verdad que Jesucristo, el inventor del infierno, se lleva la palma por su malignidad, ya era lo suficientemente duro y desapacible para cumplir su función de Dios antes de volverse cristiano. Nunca parece haberse detenido a reflexionar que la culpa era de Él cuando el hombre erraba, ya que el hombre sólo actuaba según la disposición natural con que Él lo había castigado. No, castigaba al hombre, en lugar de castigarse a Sí mismo. Aún más, el castigo' generalmente exageraba la ofensa. A menudo también, caía, no sobre el ejecutor de la falta, sino sobre algún otro: un jefe o cabeza de comunidad, por ejemplo.

"Moraba Israel en Sitim; y el pueblo empezó a fornicar con las hijas de Moab.

"Y Jehová dijo a Moisés: Toma a todos los príncipes del pueblo, y ahórcalos ante Jehová delante del sol, y el ardor de la ira de Jehová se apartará de Israel."

¿A ustedes le parece justo esto? No parece que los "dirigentes del pueblo" hubieran cometido adulterio, y sin embargo a ellos se los colgó, en lugar del "pueblo".

Si fue justo y equitativo en esos días, sería justo y equitativo hoy, porque el púlpito sostiene que la justicia de Dios es eterna e inalterable; así como que Él es la Fuente de la Moral, y que su moral es eterna e inalterable. Muy bien, entonces debemos creer que si el pueblo de Nueva York comenzara a prostituir a las hijas de Nueva Jersey, sería justo y equitativo levantar un patíbulo frente a la municipalidad y colgar al intendente y al jefe de policía y a los jueces, y al arzobispo, aunque ellos no lo hubieran hecho. A mí no me parece bien.

Además, pueden estas completamente seguros de una cosa no podría suceder. El pueblo no lo permitiría. Son mejores que su Biblia. Nadapasaría acá, excepto algunos juicios, por daños, si no se pudiera silenciar el asunto; ni aún allá en el Sur tomarían medidas contra las personas que nada sacaran de ello; tomarían una soga y darían caza a los culpables, y si no consiguieran encontrarlos, lincharían a un negro.

Las cosas han mejorado mucho desde los tiempos del Todopoderoso, diga el púlpito lo que quiera.

¿Quieren examinar la moral y la disposición y la conducta de la Deidad un poco más? ¿Y quieren recordar que en la escuela de Catecismo se insta a los chicos a amar al Todopoderoso, a honrarlo, a alabarlo, y a considerarlo como modelo y tratar de parecerse a él tanto como puedan? Lean:

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