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Annotation

Vladimir Nabokov no podía escribir una autobiografía corriente, y Habla, memoria lo demuestra. A través de una serie de relatos largos, Nabokov, con el pretexto de contar su vida, construye un libro tan ameno, original, divertido y estilizado como sus novelas. Nabokov rememora aquí sus meditaciones infantiles en el retrete, sus vacaciones en la finca campestre de la familia, sus amoríos adolescentes con Tamara en los museos de San Petersburgo. narra las peripecias de su huida de las huestes de Lenin y de su exilio europeo. escribe un homenaje a la honestidad política de su padre y a la belleza y ternura de su madre. pero lo que menos importa son los temas, porque de lo que se trata al fin y al cabo es de celebrar un festín de ingenio e inteligencia, de mordacidad despiadada y de nostalgia desgarradora, y en el que Nabokov es fiel a los consejos que daba a sus estudiantes de literatura: «¡Acariciad los detalles! ¡Los divinos detalles!»

Vladimir Nabokov

Habla memoria

VLADIMIR NABOKOV

Habla, memoria Una autobiografía revisitada

Traducción de Enrique Murillo

PROLOGO

Esta obra es un montaje sistemático de recuerdos personales que se extienden geográficamente desde San Petersburgo hasta St. Nazaire, y que abarcan treinta y siete años, de agosto de 1903 a mayo de 1940, con unas pocas incursiones hacia el espacio-tiempo posterior. El artículo que dio inicio a la serie corresponde ahora al Capítulo quinto. Lo escribí en francés, con el título de «Mademoiselle O», hace treinta años y en París, donde Jean Paulhan lo publicó en el segundo número de Mesures, el año 1936. Hay una fotografía (recientemente publicada en James Joyce in Paris, de Gisèle Freund) que conmemora este acontecimiento, salvo que se me identifica de forma errónea (en el grupo de Mesuresque descansa en torno a la mesa de piedra de un jardín) como «Audiberti».

En los Estados Unidos, a donde emigré el 28 de mayo de 1940, «Mademoiselle O» fue traducido al inglés por Hilda Ward, revisado por mí, y publicado por Edward Weeks en el número de enero de 1943 de The Atlantic Monthly(que fue también la primera revista que publicó mis relatos escritos en los Estados Unidos). Mi relación con The New Yorkerhabía empezado (a través de Edmund Wilson) con un breve poema publicado en abril de 1942, al que siguieron otros textos fugaces; pero mi primera composición en prosa no apareció en esa revista hasta el 3 de enero de 1948: fue «Retrato de mi tío» (Capítulo tercero de la obra completa), escrito el mes de junio de 1947 en Columbine Lodge, Estes Parle, Colorado, en donde mi esposa, mi hijo y yo no hubiésemos podido seguir viviendo mucho tiempo más de no haber sido por lo bien que Harold Ross se llevó con el fantasma de mi pasado. La misma revista publicó también el Capítulo cuarto («Mi educación inglesa», 27 de marzo de 1948), el Capítulo sexto («Mariposas», 12 de junio de 1948), el Capítulo séptimo («Colette», 31 de julio de 1948), y el Capítulo noveno («Mi educación rusa», 18 de septiembre de 1948), todos ellos escritos en Cambridge, Massachussetts, en una época de graves tensiones mentales y físicas, así como el Capítulo décimo («Arriba el telón», 1 de enero de 1949), el Capítulo duodécimo («Tamara», 10 de diciembre de 1949), el Capítulo octavo («Transparencias», 11 de febrero de 1950; pregunta de H. R., «¿Erais los Nabokov una de esas familias en las que sólo hay un chiflado?») y el Capítulo primero («Pretérito perfecto», 15 de abril de 1950), todos ellos escritos en Ithaca, Nueva York.

De los otros tres capítulos, el undécimo y el decimocuarto se publicaron en la Partisan Review(«Primer poema», septiembre de 1949, y «Exiliado», enero-febrero de 1951), mientras que el decimotercero apareció en Harper's Magazine(«Habitaciones en Trinity Lane», enero de 1951).

La versión inglesa de «Mademoiselle O» fue publicada de nuevo en Nine Stories(New Directions, 1947), y en Nabokov's Dozen(Doubleday, 1958; Heinemann, 1959; Popular Library, 1959; y Penguin Books, 1960); en esa segunda recopilación incluí también «Primer amor», que se convirtió en el preferido de los antólogos.

A pesar de que los fui redactando con el desorden que reflejan las fechas de primera aparición que acabo de mencionar, estos capítulos habían ido encajando perfectamente en unos casilleros mentales numerados que seguían el orden que aquí presento. Este orden quedó establecido en 1936, cuando coloqué la piedra angular que ya contenía en su oculto orificio varios mapas, horarios, una colección de cajas de cerillas, un pedazo de cristal color rubí, e incluso —tal como ahora comprendo— la vista que dominaba desde mi balcón del lago de Ginebra, con sus ondas y sus manchas de luz, salpicada hoy, a la hora del té, por los puntos negros de las fochas y los porrones moñudos. No me costó por lo tanto el menor esfuerzo compilar un volumen que Harper & Bros., de Nueva York, publicó en 1951, con el título de Pruebas concluyentes; pruebas concluyentes de que yo había existido. Por desgracia, esa expresión daba a entender que se trataba de una historia de intriga, y decidí titular la edición británica Speak, Mnemosynepero me dijeron que «las ancianitas no querrán comprar un libro cuyo título no son capaces de pronunciar». También acaricié la idea de titularlo The Anthimionque es el nombre de un adorno basado en la madreselva y que consta de unos complicados entrelazamientos y arracimamientos en expansión, pero no le gustó a nadie; de modo que al final acordamos que fuera Speak, Memory(Gollancz, 1951, y The Universal Library, Nueva York, 1960). Sus traducciones son: al ruso, por el autor (Drugie Berega, The Chejov Publishing House, Nueva York, 1954); al francés, por Yvonne Davet ( Autres Rivages, Gallimard, 1961); al italiano, por Bruno Oddera ( Parla Ricordo, Mondadori, 1962); al español, por Jaime Piñeiro González (¡ Habla, memoria!, Plaza y Janes, 1963); y al alemán, por Dieter E. Zimmer (Rowohlt, 1964). Con esto queda agotada la información bibliográfica imprescindible, que los nerviosos críticos a los que les fastidió la nota que aparecía al final de Nabokov's Dozenaceptarán hipnotizados al comienzo de esta obra, o eso al menos espero.

Cuando escribía la primera versión de estos textos en los Estados Unidos me sentí estorbado por mi casi completa carencia de datos en relación con la historia de la familia, y, en consecuencia, por la imposibilidad de verificar mis recuerdos cuando tenía la sensación de que podía estar equivocándome. La biografía de mi padre ha sido ahora ampliada, y revisada. He realizado otras muchas revisiones y adiciones, sobre todo en los primeros capítulos. He abierto ciertos paréntesis herméticos, y permitido que se derramase su contenido aún activo. Ha ocurrido también que algún objeto que no había sido más que un suplente elegido al azar y que no tenía una intervención significativa en el relato de un acontecimiento importante insistía en incomodarme cada vez que volvía a leer un pasaje al corregir las pruebas de las diversas ediciones, hasta que al final, gracias a un gran esfuerzo, las arbitrarias gafas (que Mnemosina ha debido de necesitar más que nadie) se metamorfosearon en una claramente recordada pitillera en forma de ostra, que centelleaba en la hierba húmeda al pie de un álamo temblón del Chemin du Pendu, el lugar en donde encontré aquel día de junio de 1907 una esfinge que raras veces se ve tan al oeste, y el mismo donde un cuarto de siglo antes mi padre había cazado un pavo real muy infrecuente en nuestros bosques del norte.

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