”Nos estábamos preguntando en dónde podríamos descansar seguros y dormir un rato, cuando ocurrió la cosa más extraordinaria. Se oyeron los cascos de un caballo que se acercaba veloz por el camino. Merry y yo nos quedamos inmóviles, y Bárbol se escondió bajo la arcada sombría. De pronto un jinete llegó a galope tendido, como un rayo de plata. Ya oscurecía, pero pude verle claramente el rostro: parecía bañado en una luz y estaba todo vestido de blanco. Me senté, y lo contemplé boquiabierto. Traté entonces de gritar, pero no pude.
”No fue necesario. Se detuvo junto a nosotros y nos miró desde arriba. «¡Gandalf!», dije finalmente, pero mi voz fue apenas un murmullo. ¿Y creéis que dijo: ¡Hola, Pippin! ¡Qué sorpresa tan agradable!? ¡Qué va! Dijo: «¡A ver si te levantas, Tuk, pedazo de bobo! ¿Dónde rayos podré encontrar a Bárbol, en medio de todas estas ruinas? Lo necesito. ¡Rápido!»
”Bárbol oyó la voz de Gandalf y salió inmediatamente de las sombras, y aquél sí que fue un extraño encuentro. Yo era el sorprendido, pues ninguno de los dos mostraba sorpresa alguna. Era evidente que Gandalf esperaba encontrar aquí a Bárbol; y Bárbol rondaba sin duda por los alrededores de las puertas con el propósito de ver a Gandalf. Sin embargo, nosotros le habíamos contado al viejo Ent todo lo ocurrido en Moria. Pero yo recordaba la mirada curiosa que nos había echado en aquel momento. Sólo puedo suponer que él mismo había visto a Gandalf, o había recibido alguna noticia de él, pero no había querido decir nada apresuradamente. «No apresurarse» es el lema de Bárbol; pero nadie, ni siquiera los Elfos, dirán gran cosa acerca de las idas y venidas de Gandalf cuando él no está.
”«¡Hum! ¡Gandalf! —dijo Bárbol—. Me alegra que hayas venido. Puedo dominar bosques y aguas, troncos y piedras. Pero aquí se trata de vencer a un mago.»
”«Bárbol —dijo Gandalf—. Necesito tu ayuda. Mucho has hecho, pero necesito todavía más. Tengo que enfrentarme con unos diez mil orcos.»
”Los dos se alejaron, yéndose a algún rincón a celebrar consejo. A Bárbol aquello tuvo que parecerle muy apresurado, pues Gandalf estaba con mucha prisa, y ya hablaba a todo trapo cuando dejamos de oírlos. Estuvieron ausentes unos pocos minutos, un cuarto de hora tal vez. Luego Gandalf volvió a donde estábamos nosotros, y parecía aliviado y casi contento. Hasta nos dijo, en ese momento, que se alegraba de volver a vernos.
”«¡Pero Gandalf! —exclamé—. ¿Dónde has estado? ¿Has visto a los otros?»
”«Dondequiera que haya estado, ahora he vuelto —respondió en su estilo peculiar—. Sí, he visto a algunos de los otros. Pero las noticias quedarán para otra ocasión. Ésta es una noche peligrosa, y he de partir rápidamente. Aunque quizá el amanecer sea más claro; y si es así, nos encontraremos de nuevo. ¡Cuidaos, y manteneos alejados de Orthanc! ¡Hasta la vista!»
”Bárbol quedó muy pensativo luego de la partida de Gandalf. Era evidente que se había enterado de muchas cosas en contados minutos, y ahora estaba digiriéndolas. Nos miró, y dijo: «Hm, bueno, me doy cuenta de que no sois tan apresurados como yo suponía. Habéis dicho mucho menos de lo que sabíais, y no más de lo que debíais. Hm... ¡éstas sí que son noticias en montón! Bien, ahora Bárbol tiene que volver al trabajo».
”Antes de que se marchara, conseguimos que nos revelara algunas de aquellas noticias, que por cierto no nos animaron. Pero por el momento nos preocupaba más la suerte de vosotros tres que la de Frodo y Sam, y el desdichado Boromir. Porque suponíamos que se estaba librando una cruenta batalla, o que no tardaría en iniciarse, y que vosotros lucharíais en ella y acaso no salierais de allí con vida.
”«Los Ucornos ayudarán», dijo Bárbol. Y se alejó y no volvimos a verlo hasta esta mañana.
”Era noche cerrada. Yacíamos en lo alto de una pila de piedras y no veíamos nada más allá. Una niebla o unas sombras lo envolvían todo como un gran manto, a nuestro alrededor. El aire parecía caluroso y espeso; y se oían rumores, crujidos y un murmullo como de voces que se alejaban. Creo que centenares de Ucornos pasaron por allí para ayudar en la lucha. Un poco más tarde unos truenos resonaron en el sur, y a lo lejos, más allá de Rohan, los relámpagos iluminaron el cielo. De cuando en cuando veíamos los picos montañosos, a millas y millas de distancia que emergían repentinamente, blancos y negros, y desaparecían luego con la misma rapidez. Y detrás de nosotros el trueno parecía estremecer las colinas, pero de una manera diferente. Por momentos el valle entero retumbaba.
”Debía de ser cerca de medianoche cuando los Ents rompieron los diques y volcaron todas las aguas a través de una brecha en el muro norte, en dirección a Isengard. La oscuridad de los Ucornos había desaparecido y el trueno se había alejado. La luna se hundía en el oeste, detrás de las montañas.
”En Isengard aparecieron pronto unos charcos y arroyos de aguas negras, que brillaban a los últimos resplandores de la luna, a medida que inundaban el llano. De tanto en tanto las aguas penetraban en algún pozo o respiradero. Unas nubes blancuzcas de vapor se elevaban siseando. El humo subía, ondulante. Había explosiones y llamaradas súbitas. Una gran voluta de vapor trepaba en espiral, enroscándose alrededor de Orthanc, hasta que la torre pareció un elevado pico de nubes, incandescente por abajo y arriba iluminado por la luna. Y el agua continuó derramándose, e Isengard quedó convertido en algo así como una fuente enorme, humeante y burbujeante.
—Anoche, cuando llegábamos a la entrada del Nan Curunír, vimos una nube de humo y de vapor que venía del sur —dijo Aragorn—. Temimos que Saruman nos estuviese preparando otro sortilegio:
—¡No Saruman! —dijo Pippin—. ¡Lo más probable es que se estuviera asfixiando y ya no se riera! En la mañana, la mañana de ayer, el agua se había escurrido por todos los agujeros, y había una niebla espesa. Nosotros nos refugiamos en el cuarto de los guardias; y estábamos muertos de miedo. El lago desbordó y se derramó a través del viejo túnel, y el agua subía rápidamente por las escaleras. Temíamos quedar atrapados en una cueva, lo mismo que los orcos; pero en el fondo del depósito de vituallas descubrimos una escalera de caracol que nos llevó al aire libre en lo alto de la arcada. No nos fue nada fácil salir de allí, pues los pasadizos se habían agrietado, y más arriba las piedras lo obstruían en parte. Allí, sentados por encima de la inundación, vimos cómo Isengard desaparecía poco a poco bajo las aguas. Los Ents continuaron vertiendo más y más agua, hasta que todos los fuegos se extinguieron y se anegaron todas las cavernas. Las nieblas crecieron y se juntaron lentamente y se elevaron al fin en una enorme y vaporosa sombrilla de nubes, quizá de una milla de altura. Al atardecer un gran arco iris apareció sobre las colinas del este; y de pronto el sol en el ocaso quedó oculto detrás de una llovizna espesa en las laderas de las montañas. Todo aquello sucedía en medio de un gran silencio. Algunos lobos aullaban lúgubremente en la lejanía. Por la noche, los Ents detuvieron la inundación, y encauzaron de nuevo las aguas del Isen, que volvió a su antiguo lecho. Y así terminó todo.
”Desde entonces las aguas han vuelto a bajar. Tiene que haber algún desagüe en las cavernas subterráneas, supongo. Si Saruman espía desde una ventana, verá sólo desolación y caos. Merry y yo nos sentíamos muy solos. Ni siquiera un Ent con quien conversar en medio de toda esta ruina; y ninguna noticia. Pasamos la noche allá arriba, en lo alto de la arcada, y hacía frío y estaba húmedo y no pudimos dormir. Teníamos la impresión de que algo iba a ocurrir de un momento a otro. Saruman sigue encerrado en su torre. Hubo un ruido en la noche como un viento que subiera por el valle. Creo que fueron los Ents y los Ucornos que se habían marchado y ahora regresaban; pero adónde se han ido, no lo sé. Era una mañana brumosa y húmeda cuando bajamos a echar una mirada, y no había nadie. Y esto es más o menos todo lo que tengo que decir. Parece casi apacible, ahora que toda esa conmoción ha quedado atrás. Y también más seguro, ya que Gandalf ha regresado. ¡Al fin podré dormir!