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Con estas u otras palabras se ha recordado aquí que todos los días pasados fueron vísperas y todos los días futuros lo han de ser. Volver a ser víspera, al menos por una hora, es el deseo imposible de cada ayer pasado y de cada hoy que está pasando. Ningún día consigue ser víspera durante todo el tiempo que soñaba. Todavía ayer estaban Cipriano Algor y Marcial Gacho metiendo leña en el fogón, alguien que anduviera por aquellos sitios y no estuviese al tanto de la realidad de los hechos podría muy bien pensar, creyendo que acertaba, Ya están ahí nuevamente, se van a pasar toda la vida en eso, y ahora helos en la furgoneta que aún lleva la palabra Alfarería escrita en las chapas laterales de la carrocería, camino de la ciudad y del Centro, y con ellos Marta, sentada al lado del conductor, que esta vez es su marido. Cipriano Algor va solo en el asiento de atrás, Encontrado no vino, se quedó guardando la casa. Es por la mañana, muy temprano, el sol todavía no ha nacido, el Cinturón Verde no tardará en aparecer, luego será el Cinturón Industrial, luego los barrios de chabolas, luego la tierra de nadie, luego los edificios en construcción de la periferia, después la ciudad, la gran avenida, el Centro finalmente. Cualquier camino que se tome va a dar al Centro. Ninguno de los pasajeros de la furgoneta abrirá la boca durante todo el viaje. Personas por lo general tan locuaces como éstas parece que ahora no tienen nada que decirse unas a otras. De hecho, se comprende que no valga la pena hablar, perder tiempo y gastar saliva articulando discursos, frases, palabras y sílabas cuando aquello que uno está pensando también está siendo pensado por los otros. Si Marcial, por ejemplo, dijera, Vamos al Centro para ver la casa donde viviremos, Marta dirá, Curiosa coincidencia, yo iba pensando lo mismo, y aunque Cipriano Algor lo negase, Pues yo no, lo que yo iba pensando es que no voy a entrar, que me voy a quedar fuera esperando, pese a eso, por muy perentorio que el tono nos sonase a los oídos, no le deberíamos hacer mayor caso, Cipriano Algor tiene sesenta y cuatro años, ya ha pasado la edad de las rabietas de niño y todavía le falta bastante para llegar al tiempo de las rabietas de viejo. De verdad lo que Cipriano Algor piensa es que no tendrá otro remedio que acompañar a la hija y al yerno, mostrar la mejor cara posible ante los comentarios de ambos, dar opiniones si se las piden, en fin, como se decía en las antiguas novelas, agotar el cáliz de la amargura hasta las heces. Gracias a la hora matutina, Marcial encontró sitio para estacionar la furgoneta apenas a unos doscientos metros del Centro, será otro cantar cuando ya estén instalados, los guardas residentes tienen derecho al usufructo de seis metros cuadrados en el aparcamiento de dentro. Llegamos, dijo sin necesidad Marcial cuando echó el freno de mano de la furgoneta. El Centro no se veía desde allí, pero les apareció de frente al volver la esquina de la calle donde habían dejado el coche. Quiso la casualidad que éste fuese el lado, la parte, la cara, el extremo, la punta en que habitan los residentes. La visión no constituía novedad para ninguno de los tres, pero hay una gran diferencia entre mirar por mirar, y mirar al mismo tiempo que alguien nos está diciendo, Dos ventanas de ésas son nuestras, Sólo dos, preguntó Marta, No nos podemos quejar, hay apartamentos que sólo tienen una, dijo Marcial, eso sin hablar de los que las tienen hacia el interior, Al interior de qué, Al interior del Centro, claro, Quieres decir que hay apartamentos cuyas ventanas dan al interior del propio Centro, Que sepas que hay muchas personas que los prefieren, creen que esa vista es infinitamente más agradable, variada y divertida, mientras que de este lado son siempre los mismos tejados y el mismo cielo, De todos modos, quien viva en esos apartamentos sólo verá el piso del Centro que coincida con la altura en que vive, señaló Cipriano Algor, sin mucho interés real pero no queriendo parecer que se había retirado ostensiblemente de la conversación, La medida de las plantas comerciales es alta, los espacios son desahogados y amplios, lo que oigo decir es que las personas no se cansan del espectáculo, sobre todo las de más edad, Nunca me he dado cuenta de la existencia de esas ventanas, se precipitó Marta para evitar el previsible comentario del padre sobre las distracciones que más convienen a los viejos, Están disimuladas por la pintura, dijo Marcial. Caminaban a lo largo de la fachada donde se encontraba la entrada reservada al personal de Seguridad, Cipriano Algor andaba dos reluctantes pasos por detrás, como si estuviese siendo conducido por un hilo invisible. Estoy nerviosa, dijo Marta bajito para que el padre no se enterara, Después de estar aquí todo será fácil, ya verás, es cuestión de habituarse, respondió Marcial también en voz baja. Un poco más adelante, ya natural, Marta preguntó, En qué piso está el apartamento, En el treinta y cuatro, Tan alto, Todavía hay catorce pisos encima del nuestro, Un pájaro en una jaula colgada en la ventana podría imaginar que está en libertad, Estas ventanas no se pueden abrir, Por qué, Por el aire acondicionado, Evidentemente. Habían llegado a la puerta. Marcial entró delante, dio los buenos días a los vigilantes de servicio, dijo de paso, Mi mujer, mi suegro, y abrió la antepuerta que daba acceso al interior. Entraron en un ascensor, Vamos a recoger la llave, dijo Marcial. Salieron en el segundo piso, recorrieron un pasillo largo y estrecho, de paredes grises, con puertas espaciadas a un lado y a otro. Marcial abrió una de ellas. Esta es mi sección, dijo. Dio los buenos días a los colegas de trabajo, presentó nuevamente, Mi mujer, mi suegro, después añadió, Vamos a ver el apartamento. Se dirigió a un armario donde estaba escrito su nombre, lo abrió, tomó un manojo de llaves y dijo a Marta, Son éstas. Entraron en otro ascensor. Tiene dos velocidades, explicó Marcial, comenzaremos por la lenta. Pulsó el botón respectivo, después el que tenía el número veinte, Vamos primero hasta el vigésimo piso para que nos dé tiempo de ver. La parte del ascensor que miraba al interior era acristalada, el ascensor iba atravesando vagarosamente los pisos, mostrando sucesivamente las plantas, las galerías, las tiendas, las escalinatas monumentales, las escaleras mecánicas, los puntos de encuentro, los cafés, los restaurantes, las terrazas con mesas y sillas, los cines y los teatros, las discotecas, unas pantallas enormes de televisión, infinitas decoraciones, los juegos electrónicos, los globos, los surtidores y otros efectos de agua, las plataformas, los jardines colgantes, los carteles, las banderolas, los paneles electrónicos, los maniquíes, los probadores, una fachada de iglesia, la entrada a la playa, un bingo, un casino, un campo de tenis, un gimnasio, una montaña rusa, un zoológico, una pista de coches eléctricos, un ciclorama, una cascada, todo a la espera, todo en silencio, y más tiendas, y más galerías, y más maniquíes, y más jardines colgantes, y cosas de las que probablemente nadie conoce los nombres, como una ascensión al paraíso. Y esta velocidad para qué sirve, para gozar de la vista, preguntó Cipriano Algor, A esta velocidad los ascensores son usados sólo como medio complementario de vigilancia, dijo Marcial, No bastan para eso los guardas, los detectores, las cámaras de vídeo, y el resto de la parafernalia del fisgoneo, volvió a preguntar Cipriano Algor, Pasan por aquí todos los días muchas decenas de millares de personas, es necesario mantener la seguridad, respondió Marcial con el rostro tenso y un reproche de contrariedad en la voz, Padre, dijo Marta, deje de pinchar, por favor, No te preocupes, dijo Marcial, nosotros siempre nos entendemos, incluso cuando parezca que no. El ascensor continuaba subiendo lentamente. La iluminación de los pisos todavía está reducida al mínimo, se ven pocas personas, algún empleado que ha madrugado por necesidad o por gusto, falta por lo menos una hora para que las puertas se abran al público. Los habitantes que trabajan en el Centro no necesitan apresurarse, los que tienen que salir no atraviesan los espacios comerciales y de ocio, bajan directamente de sus apartamentos a los garajes subterráneos. Marcial apretó el botón rápido cuando el ascensor paró, pocos segundos después estaban en el trigésimo cuarto piso. Mientras recorrían el pasillo que llevaba a la parte residencial, Marcial explicó que había ascensores para uso exclusivo de los inquilinos, y que si hoy utilizaron éste era por haber pasado a recoger la llave. A partir de este momento, las llaves se quedan con nosotros, son nuestras, dijo. Al contrario de lo que Marta y el padre pensaran encontrar, no había sólo un pasillo separando los bloques de apartamentos con vistas a la calle de los que daban al interior. Había, sí, dos pasillos, y, entre ambos, otro bloque de apartamentos, pero éste con el doble de anchura de los restantes, lo que, narrando prolijamente, quiere decir que la parte habitada del Centro está constituida por cuatro secuencias verticales paralelas de apartamentos, dispuestas como placas de baterías o de colmenas, las interiores unidas espalda con espalda, las exteriores unidas a la parte central por las estructuras de los pasillos. Marta dijo, Estas personas no ven la luz del día cuando están en casa, Las que viven en los apartamentos que dan al interior del Centro tampoco, respondió Marcial, Pero ésas, como tú dijiste, se pueden distraer con las vistas y el movimiento, mientras que éstas de aquí están prácticamente enclaustradas, no debe de ser nada fácil vivir en estos apartamentos, sin la luz del sol, respirando aire enlatado todo el día, Pues no falta quien los prefiera, los encuentran más cómodos, más pertrechados de comodidades, por ejemplo, todos tienen aparatos de rayos ultravioletas, regeneradores atmosféricos, y reguladores de temperatura y de humedad tan rigurosos que es posible tener en casa, de noche y de día, en cualquier estación del año, una humedad y una temperatura constantes, Menos mal que no nos tocó un apartamento de éstos, no sé si conseguiría vivir mucho tiempo dentro, dijo Marta, Los guardas residentes tienen que darse por satisfechos con un apartamento común, de los que tienen ventanas, Jamás pude imaginar que ser suegro de un guarda residente del Centro sería la mejor de las fortunas y el mayor de los privilegios que la vida me había reservado, dijo Cipriano Algor. Los apartamentos estaban identificados como si fuesen habitaciones de hotel, la diferencia es que introducían un guión entre el número del piso y el número de la puerta. Marcial metió la llave, abrió y se apartó a un lado, Pueden entrar, por favor, llegamos a casa, dijo en voz alta fingiendo un entusiasmo que no sentía. No estaban contentos ni excitados por la novedad. Marta se detuvo en el umbral, después dio tres pasos inseguros, miró alrededor. Marcial y el padre se mantuvieron detrás. Tras unos momentos de vacilación, como si tuviese dudas sobre lo que sería más conveniente hacer, se dirigió sola a la puerta más próxima, miró dentro y siguió adelante. Su primer conocimiento de la casa fue así, pasando rápidamente del dormitorio a la cocina, de la cocina al cuarto de baño, de la sala de estar que será también comedor al pequeño compartimento destinado al padre, No hay sitio para la criatura, pensó, y a continuación, Mientras sea pequeño estará con nosotros, después ya veremos, probablemente nos darán otra casa. Volvió a la entrada, donde Marcial y Cipriano Algor estaban a su espera. Ya la has visto, preguntó el marido, Ya, Qué te ha parecido, A mí, bien, Te has dado cuenta de que los muebles son nuevos, es todo nuevo, como te dije, Y a usted, padre, qué le parece, No puedo dar opinión de lo que no conozco, Entonces venga, yo le sirvo de guía. Se notaba que estaba tensa, nerviosa, tan fuera de su estado de espíritu habitual que fue anunciando los nombres de las habitaciones como si proclamase sus loores, Aquí el dormitorio de matrimonio, aquí la cocina, aquí el cuarto de baño, aquí la sala de estar que también servirá de comedor, aquí el confortable y espacioso aposento en que mi querido padre dormirá y gozará de un merecido descanso, no se ve sitio para colocar a la niña cuando esté crecidita, pero mientras crece y no crece se encontrará una solución. No te gusta la casa, preguntó Marcial, Es la casa que vamos a tener, no adelantamos nada discutiendo si nos gusta mucho, o poco, o nada, como quien deshoja una margarita. Marcial se volvió hacia el suegro para pedirle ayuda, no dijo nada, sólo puso en él los ojos, Hay que reconocer que la casa no está mal, dijo Cipriano Algor, está como nueva, el mobiliario es de buena madera, obviamente los muebles tendrían que ser diferentes de los nuestros, ahora se estilan así, en tonos claros, no son como los que tenemos, que parecen haber pasado por el horno, en cuanto al resto uno siempre se habitúa, uno se habitúa siempre. Marta frunció el entrecejo durante la arenga del padre, dio a los labios un mohín de sonrisa y comenzó otra vuelta por la casa, esta vez abriendo y cerrando cajones y armarios, valorando los contenidos. Marcial hizo un gesto de agradecimiento al suegro, después miró el reloj y avisó, Está acercándose la hora de acudir al trabajo. Marta dijo desde dentro, No tardo, voy ya, son éstas las ventajas de los apartamentos pequeños, se suelta con todas las cautelas un suspiro que se traía dentro y acto seguido alguien en el otro extremo de la casa denuncia, Has suspirado, no lo niegues. Y aún hay quien se queje de los guardas, de las cámaras de vídeo, de los detectores y restante aparato. La visita a la casa estaba hecha, y, por la diferencia entre el aire con que entraron y el aire con que salían, sin que pretendamos desvelar el secreto de los corazones, parece haber valido la pena. Descendieron directamente del piso treinta y cuatro al bajo porque, no estando todavía Marta y el padre provistos de los documentos que los habilitarían como residentes, Marcial tenía que acompañarlos hasta la salida. Apenas habían dado los primeros pasos después de que las puertas del ascensor se cerraran, Cipriano Algor dijo, Qué sensación tan extraña, me parece que siento el suelo vibrar debajo de los pies. Paró, afinó el oído y añadió, Y tengo la impresión de que oigo algo así como un ruido de máquinas excavadoras, Son excavadoras, dijo Marcial apresurando el paso, trabajan en turnos seguidos de seis horas, sin parar, están a unos buenos metros de la superficie, Alguna obra, dijo Cipriano Algor, Sí, se comenta que van a ser instalados nuevos almacenes frigoríficos y algo más posiblemente, quizá más aparcamientos, aquí nunca se acaban las obras, el Centro crece todos los días, incluso cuando no se nota, si no es hacia los lados, es hacia arriba, si no es hacia arriba, es hacia abajo, Supongo que dentro de poco, cuando comience todo a funcionar, no se sentirá el ruido de las excavadoras, dijo Marta, Con la música, los anuncios de los artículos por los altavoces, el barullo de las conversaciones de la gente, las escaleras mecánicas subiendo y bajando sin parar, será como si no existiese. Habían llegado a la puerta. Marcial dijo que telefonearía en cuanto hubiese novedades, que entre tanto convendría ir adelantando lo necesario para la mudanza, eligiendo sólo lo que fuera estrictamente indispensable, Ahora que ya conocen el espacio de que disponemos, deben de haberse dado cuenta de que el lugar no sobra. Estaban en la acera, iban a despedirse, pero Marta todavía dijo, En realidad, es como si no hubiese mudanza, la casa de la alfarería sigue siendo nuestra, lo que podemos traer de allí es lo mismo que nada, lo que está sucediendo es algo así como desnudarnos de una ropa para vestir otra, una especie de carnaval de máscaras, Sí, observó el padre, aparentemente es así, aunque, al contrario de lo que se suele creer y sin pensar se afirma, el hábito hace al monje, la persona también está hecha por la ropa que lleva, podrá no notarse inmediatamente, pero es sólo cuestión de dar tiempo al tiempo. Adiós, adiós, dijo Marcial, a la vez que se despedía de la mujer con un beso, tienen todo el camino para filosofar, aprovechen. Marta y el padre se dirigieron hacia donde habían dejado la furgoneta. En la fachada del Centro, sobre sus cabezas, un nuevo y gigantesco cartel proclamaba, VENDERÍAMOS TODO CUANTO USTED NECESITARA SI NO PREFIRIÉSEMOS QUE USTED NECESITASE LO QUE TENEMOS PARA VENDERLE.

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