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Qué tal salieron, preguntó Marta cuando el padre entró, Parece que bien, pero hay que limpiarlos de la ceniza que traen agarrada. Marta echó agua en un pequeño lebrillo de barro, Lávelos aquí, dijo. Primera en entrar en el agua, primera en salir de las cenizas, casualidad o coincidencia, esta enfermera podrá tener en el futuro algunas razones de queja, mas no por falta de atenciones. Cómo está ése, preguntó Marta, ajena al debate sobre géneros que ha venido trabándose aquí, Bien, repitió el padre brevemente. De hecho estaba bien, con la cochura toda por igual, un hermoso color rojo, sin la más mínima grieta, y estaban igualmente perfectas las otras figurillas, a excepción del asirio de barbas, que apareció con una mancha negra en la espalda, efecto felizmente restringido de un incipiente proceso de carbonización provocado por una indeseada entrada de aire. No tiene importancia, no sufrirá por eso, dijo Marta, y ahora haga el favor de sentarse a descansar mientras le preparo el desayuno, que buena madrugada lleva ya en ese cuerpo, Me desvelé, y no conseguía dormir otra vez, Los muñecos podían esperar a que se hiciese de día, Pero yo no, Como sentencia el antiguo dicho, quien preocupaciones tiene no duerme, O duerme para soñar con las preocupaciones que tiene, Para no soñar se ha despertado tan temprano, preguntó Marta, Hay sueños de los que es mejor salir rápidamente, respondió el padre, Y ése es el caso de esta noche, Sí, es el caso de esta noche, Quiere, contármelo, No merece la pena, En esta casa las preocupaciones de uno siempre han sido las preocupaciones de todos, Pero no los sueños, Excepto si son de preocupaciones, Contigo no se puede discutir, Si es así, no pierda más tiempo, cuéntelo, Soñé que Marcial había sido ascendido y que cancelaban el pedido, Lo más probable de eso no será la cancelación del pedido, Eso creo, pero las preocupaciones se enganchan como las cerezas, una tira de la otra, y las dos de un cesto lleno, en cuanto al ascenso de Marcial, sabemos que puede suceder de un momento a otro, Es cierto, El sueño fue un aviso para trabajar deprisa, Los sueños no avisan, A no ser que los que sueñan se sientan avisados, Se ha levantado sentencioso mi querido padre, Cada edad tiene sus defectos, y éste viene agravándoseme en los últimos tiempos, Menos mal, me gustan sus sentencias, voy aprendiendo con ellas, Incluso cuando no pasan de meros juegos de palabras, como ahora, preguntó Cipriano Algor, Pienso que las palabras sólo nacieron para jugar unas con otras, que no saben hacer otra cosa, y que, al contrario de lo que se dice, no existen palabras vacías, Sentenciosa, Es enfermedad de familia. Marta puso el desayuno en la mesa, el café, la leche, unos huevos revueltos, pan tostado y mantequilla, alguna fruta. Se sentó enfrente del padre para verlo comer. Y tú, preguntó Cipriano Algor, No tengo apetito, respondió ella, Mala señal, en el estado en que estás, Dicen que estos hastíos son bastante comunes en las embarazadas, Pero necesitas alimentarte bien, por lógica deberías comer por dos, O por tres, si llevo gemelos, Estoy hablando en serio, No se preocupe, todavía me vendrán las náuseas y no sé cuántas incomodidades más. Hubo un silencio. El perro se enroscó debajo de la mesa, fingiéndose indiferente a los olores de la comida, pero es sólo resignación, sabe que su vez todavía tardará algunas horas. Va a comenzar a trabajar ya, preguntó Marta, Así que acabe de comer, respondió Cipriano Algor. Otro silencio. Padre, dijo Marta, imagine que Marcial telefonea hoy comunicando que lo han ascendido, Tienes algún motivo para pensar que eso va a suceder, Ninguno, es sólo una suposición, Muy bien, imaginémonos entonces que el teléfono suena en este momento, que tú te levantas y atiendes, que es Marcial informándonos de que ha pasado al grado de guarda residente, Qué haría en ese caso, Acabaría de desayunar, me llevaría las figuras a la alfarería y comenzaría a hacer los moldes, Como si nada hubiera ocurrido, Como si nada hubiera ocurrido, Cree que sería una decisión sensata, no le parecería más consecuente desistir de la fabricación, volver página, Amada hija, es muy posible que la insensatez y la inconsecuencia sean para los jóvenes un deber, para los viejos son un derecho absolutamente respetable, Tomo nota por la parte que me toca, Aunque tú y Marcial tengáis que mudaros al Centro antes, yo seguiré aquí hasta terminar el trabajo que me encargaron, después me iré con vosotros, como prometí, Es una locura, padre, Locura, inconsecuencia, insensatez, flaca opinión tienes de mí, Es una locura que quiera hacer solo un trabajo de éstos, dígame cómo imagina que me voy a sentir sabiendo lo que está pasando aquí, Y cómo imaginas tú que me sentiría yo si abandonase el trabajo a la mitad, no comprendes que a esta altura de la vida no tengo muchas más cosas a las que agarrarme, Me tiene a mí, va a tener a su nieto, Perdona, pero no basta, Tendrá que bastar cuando se venga a vivir con nosotros, Supongo que será así, pero al menos habré terminado mi último trabajo, No sea dramático, padre, quién sabe cuál va a ser su último trabajo. Cipriano Algor se levantó de la mesa. Perdió el apetito de pronto, preguntó la hija, viendo que sobraba comida en el plato, Me cuesta tragar, tengo un nudo en la garganta, Son nervios, Debe de ser eso, nervios. El perro se había levantado también, preparado para ir detrás del amo. Ah, hizo Cipriano Algor, olvidaba decirte que Encontrado se ha pasado toda la noche debajo del banco de piedra vigilando la lumbre, Por lo visto también con los perros se puede aprender alguna cosa, Sí, se aprende sobre todo a no discutir lo que debe ser hecho, algunas ventajas ha de tener el simple instinto, Está queriendo decir que es también el instinto quien le manda terminar el trabajo, que en los seres humanos, o en algunos, existe un factor de comportamiento parecido al instinto, preguntó Marta, Lo que yo sé es que la razón sólo tiene un consejo que darme, Cuál, Que no sea tonto, que el mundo no se acaba por el hecho de que no remate las figuras, Realmente, qué importancia tendrían para el mundo unos cuantos muñecos de arcilla más o menos, Apuesto a que no mostrarías tanta indiferencia si en vez de figuras de arcilla se tratase de novenas o quintas sinfonías, infelizmente, hija mía, tu padre no nació para músico, Si realmente cree que estaba mostrando indiferencia, me quedo triste, Claro que no, perdona. Cipriano Algor iba a salir, pero se paró todavía un momento en el umbral de la puerta, En todo caso, hay que reconocer que la razón también es capaz de producir ideas aprovechables, esta noche, al despertar, se me ha ocurrido que se puede economizar mucho tiempo y algún material si hacemos las estatuillas huecas, secan y cuecen más deprisa, y ahorramos en barro, Viva la razón, por fin, Mira que no sé, las aves también hacen los nidos huecos y no andan por ahí presumiendo.

A partir de ese día, Cipriano Algor sólo interrumpió el trabajo en la alfarería para comer y dormir. Su poca experiencia en las técnicas le hizo desentenderse de las proporciones de yeso y agua en la fabricación de los táceles, empeorarlo todo cuando se equivocó en las cantidades de barro, agua y fundente necesarias para una mezcla equilibrada de la barbotina de relleno, verter con excesiva rapidez la mezcla obtenida, creando burbujas de aire en el interior del molde. Los tres primeros días se le fueron haciendo y deshaciendo, desesperándose con los errores, maldiciendo su torpeza, estremeciéndose de alegría siempre que lograba salir bien de una operación delicada. Marta ofreció su ayuda, pero él le pidió que lo dejase en paz, manera de expresarse verdaderamente nada coincidente con la realidad de lo que se estaba viviendo dentro del viejo taller, entre yesos que endurecían demasiado pronto y aguas que llegaban tarde al encuentro, entre pastas que no estaban suficientemente secas y mezclas demasiado espesas que se negaban a dejarse filtrar, mucho más acertado hubiera sido que él dijera Déjame en paz con mi guerra. En la mañana del cuarto día, como si los maliciosos y esquivos duendes, que eran los diferentes materiales, se hubiesen arrepentido del modo cruel con que habían tratado al inesperado principiante en el nuevo arte, Cipriano Algor comenzó a encontrar suavidades donde antes sólo había enfrentado asperezas, docilidades que lo llenaban de gratitud, secretos que se desvelaban. Tenía el manual auxiliar encima del tablero, húmedo, manchado por dedos sucios, le pedía consejo de cinco en cinco minutos, a veces entendía mal lo que había leído, otras veces una súbita intuición le iluminaba una página entera, no es un despropósito afirmar que Cipriano Algor oscilaba entre la infelicidad más dilacerante y la más completa de las bienaventuranzas. Se levantaba de la cama con la primera luz del alba, despachaba el desayuno en dos bocados y se metía en la alfarería hasta la hora del almuerzo, después trabajaba durante toda la tarde y hasta bien entrada la velada, haciendo apenas un intervalo rápido para cenar, con una frugalidad que nada quedaba debiéndole a las otras refecciones. La hija protestaba, Se me va a poner enfermo, trabajando de esa manera y comiendo tan poco, Estoy bien, respondía él, nunca me he sentido tan bien en la vida. Era cierto y no lo era. A la noche, cuando finalmente se iba a acostar, limpio de los olores del esfuerzo y de las suciedades del trabajo, sentía que las articulaciones le crujían, que su cuerpo era un continuo dolor. Ya no puedo lo que podía, se decía a sí mismo, pero, muy en el fondo de su conciencia, una voz que también era suya lo contrariaba, Nunca pudiste tanto, Cipriano, nunca pudiste tanto. Dormía como se supone que una piedra deberá dormir, sin sueños, sin estremecimientos, parecía que hasta sin respiración, descansando sobre el mundo el peso todo de su infinita fatiga. Alguna vez, como una madre inquieta, anticipando, sin haber pensado en eso, desasosiegos futuros, Marta se levantó a medianoche para ver cómo estaba el padre. Entraba silenciosamente en el cuarto, se aproximaba despacio a la cama, se inclinaba un poco para escuchar, después salía con los mismos cuidados. Aquel hombre grande, de pelo blanco y rostro castigado, su padre, era también como un hijo, poco sabe de la vida quien se niegue a entender esto, las telas que enredan las relaciones humanas, en general, y las de parentesco, en particular, sobre todo las próximas, son más complejas de lo que parecen a primera vista, decimos padres, decimos hijos, creemos que sabemos perfectamente de qué estamos hablando, y no nos interrogamos sobre las causas profundas del afecto que allí hay, o la indiferencia, o el odio. Marta sale del cuarto y va pensando Duerme, he aquí una palabra que aparentemente no hace más que expresar la verificación de un hecho, y con todo, en seis letras, en dos sílabas, fue capaz de traducir todo el amor que en un cierto momento puede caber en un corazón humano. Conviene decir, para ilustración de los ingenuos, que, en asuntos de sentimiento, cuanto mayor sea la parte de grandilocuencia, menor será la parte de verdad.

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