"Gracias, Ted. Me alegra saber que todo va bien. Es la clase de relato de Navidad que todos queremos contar.
– La sonrisa del locutor se desvaneció-. No hay rastro de Jimmy Siddons, el agresor de Mario Bonardi, que estaba a la espera de juicio acusado de asesinar a un policía. Fuentes policiales manifiestan que podría dirigirse a México para reunirse con su amiga Paige Laronde.
Aeropuertos, estaciones de tren y terminales de autobuses están bajo estricta vigilancia.
Hace casi tres años, Siddons, mientras huía de un robo a mano armada, hirió de muerte al policía William Grasso, que lo había parado por una infracción de tráfico. Siddons va armado y está considerado como extremadamente peligroso."
Mientras el locutor hablaba, la pantalla mostraba fotografías policiales de Jimmy Siddons.
– Parece malo -comentó Michael mientras estudiaba los fríos ojos y los despectivos labios del fugitivo.
– Sin duda-coincidió Bárbara Cavanaugh. Miró el rostro de su nieto y le sugirió-: Mike, ¿por qué no cierras los ojos y tratas de descansar un rato?
– No quiero dormir -respondió él, sacudiendo la cabeza.
Faltaba un minuto para las once.
"No tenemos más información sobre el paradero del niño de siete años Brian Dornan -decía el locutor-, que ha desaparecido poco después de las cinco de hoy. En esta noche tan especial les rogamos que continúen rezando para que Brian vuelva sano y salvo con su familia, y les deseamos, a ustedes y a todos sus seres queridos, una muy feliz Navidad."
"Dentro de una hora será Nochebuena -pensó Catherine. Brian, tienes que volver, han de encontrarte.
Tienes que estar conmigo por la mañana para que vayamos a ver a papá. Brian, vuelve, por favor, vuelve."
En aquel momento, la puerta de la sala se abrió y Winick entró, acompañaba a un hombre alto, seguido del agente Manuel Ortiz.
– El agente Rhodes quiere hablar con usted, señora Dornan -dijo Winick-. Si me necesitan, estaré ahí fuera.
Catherine, que vio la expresión grave en el rostro de los dos hombres, sintió que el miedo la paralizaba. No podía hablar ni moverse.
Ambos se dieron cuenta de ello.
– No, señora Dornan, no es eso -se apresuró a decir Ortiz.
– Vengo de la jefatura, señora Dornan -intervino Rhodes-. Tenemos información sobre Brian. Pero, antes que nada, he de comunicarle que, por lo que sabemos, se encuentra bien.
– Pero ¿dónde está? -exclamó Michael-. ¿Dónde está mi hermano?
Catherine escuchó con atención mientras el agente Rhodes les explicaba que la hermana de Jimmy Siddons había encontrado su monedero. Su mente se negaba a aceptar que Brian hubiera sido secuestrado por el asesino cuyo rostro acababa de ver en la pantalla del monitor.
"No, eso es imposible", pensó.
– Acaban de informarnos que es probable que ese hombre se dirija a México -dijo señalando el monitor-. Brian desapareció hace seis horas. Ahora mismo podría encontrarse en aquel país.
– En la jefatura no creemos esa historia -le explicó Rhodes-. Pensamos que se dirige a Canadá en un coche robado. Y hemos dirigido la búsqueda en esa dirección.
De pronto, Catherine no sintió nada. Fue como si estuviese en la sala de partos, acababan de ponerle una inyección y todo el dolor desapareció como por arte de magia.
Levantó la mirada y vio a Tom, que le guiñaba el ojo. Tom, siempre a su lado. "Así está mejor, ¿no es cierto, cariño?", Le preguntó. Y su mente, sin el peso del dolor, se aclaró. En ese momento le ocurrió lo mismo.
– ¿En qué coche van?
Rhodes se sintió incómodo.
– No lo sabemos -respondió-. Suponemos que van en coche, aunque estamos casi seguros de ello. La policía de tráfico de Nueva York y de Nueva Inglaterra está avisada y busca a un hombre que viaja con un niño con una medalla de San Cristóbal colgada al cuello.
– ¿Lleva la medalla? -exclamó Michael-. ¡Entonces se salvará! La abuela dijo a mamá que la medalla cuidaría de Brian como cuidó de mi abuelo.
– Armado y peligroso -repitió Catherine.
– Señora Dornan, si Siddons va en coche es probable que escuche la radio. Es muy listo. Ahora que Bonardi está fuera de peligro, Siddons sabe que no se enfrentará a la pena de muerte. La pena capital no había sido restablecida todavía hace tres años, cuando mató al policía. Y le dijo a su hermana que dejaría a Brian en libertad mañana temprano.
La mente de Catherine estaba tan clara…
– Pero usted no lo cree, ¿verdad?
No le hizo falta ver la expresión de su rostro para saber que el agente Rhodes no creía que Jimmy Siddons liberara a Brian de manera voluntaria
Señora Dornan, si estamos en lo cierto, y Siddons se dirige a la frontera con Canadá, tardará otras tres o cuatro horas en llegar. Aunque en algunas zonas ha dejado de nevar, las carreteras seguirán nevadas durante toda la noche. No puede viajar muy rápido, y él ignora que sabemos que lleva a Brian consigo. No lo comentaremos con los medios de comunicación. En la mente de Siddons, el pequeño Brian es su garantía, por lo menos hasta que llegue a la frontera. Y lo encontraremos antes de que eso ocurra.
El monitor de televisión seguía encendido con el volumen bajó. Catherine, que estaba de espaldas al aparato, vio cómo cambiaba la expresión del agente Rhodes y oyó una voz que decía:
"Interrumpimos este programa para dar una noticia de última hora. Según una información de la emisora WYME, el niño de siete años, Brian Dornan, desaparecido esta tarde, ha caído en manos del acusado de asesinato Jimmy Siddons, quien dijo a su hermana que mataría al niño de un tiro en la cabeza si la policía se le acercaba. Seguiremos informando".
Después de que Aika se marchara, Cally se preparó un té, se envolvió en una manta, encendió el televisor y le quitó el sonido con el mando a distancia. "Así sabré si hay alguna noticia", pensó. Puso la radio y buscó una emisora con música navideña, pero mantuvo el volumen bajo.
Noche de paz, noche de amor… "Recuerdo cómo la cantábamos Frank y yo mientras decorábamos el árbol", pensó. Hacía cinco años. La única Navidad juntos.
Acababan de enterarse de que ella estaba embarazada. Se acordó de todos los planes que habían hecho. "El próximo año tendremos ayuda para adornar el árbol", le había dicho Frank.
"Sí, claro, una criatura de tres meses será una gran ayuda"¯, había respondido ella riendo.
Recordó que Frank la había levantado en brazos para que pusiera la estrella en la punta del árbol.
¿Por qué?
¿Por qué había salido todo tan mal? No hubo ningún "próximo año". Al cabo de una semana, un conductor que se dio a la fuga atropelló a Frank y lo mató. Volvía a casa; había salido a comprar leche.
"Tuvimos tan poco tiempo", pensó Cally sacudiendo la cabeza. A veces se preguntaba si esos meses no habían sido sólo un sueño. Le parecían tan lejanos…
"Ayer, sin ir más lejos, ¿no me sentía contenta con la vida?", Se preguntó. En el trabajo, la administradora del hospital le había dicho: "Cally, he recibido excelentes informes sobre usted. Me han dicho que tiene todas las cualidades de una enfermera nata. ¿Alguna vez ha pensado en estudiar enfermería?".
Cally le había prometido enterarse de la cuestión de estudiar.
"Dios mío, no permitas que Jimmy le haga daño. Tendría que haber llamado al detective Levy enseguida. Sé que debí hacerlo. ¿Y por qué no lo hice? -se preguntó. Porque no sólo temía por Brian -se contestó-, también por mí, y eso puede costarle la vida al niño.
Cally se levantó y entró a ver a Gigi. La pequeña, como siempre se las había arreglado para sacar un pie fuera de la cuna. Ocurría lo mismo todas las noches, incluso cuando hacía frío. Se inclinó y arropó a su hija, le tocó el pie y se lo tapó.
– Mamá -dijo Gigi adormilada, estoy aquí.