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"Susannah," susurró él, rozándole la mejilla, "Puede decirme cualquier cosa. "

Sin mirarlo realmente, ella dijo, "He estado pensando sobre usted… y yo… Yo… " Alzó la vista. "Esto es muy difícil. "

Él sonrió suavemente. "Prometo… Independientemente de lo que diga, que quedará entre nosotros. "

A ella se le escapó una risita, pero era un sonido desesperado. "Oh, David," dijo, "no es de esa clase de secretos. Es solamente… " Cerró los ojos, sacudiendo despacio la cabeza. "No es que haya estado pensando en usted," dijo ella, volviendo a abrir los ojos, pero dirigiendo la mirada a un lado para evitar mirarlo directamente. "Es que no puedo dejar de pensar en usted, y yo… yo…" "

Su corazón dio un brinco. ¿Qué trataba ella de decir?

"Yo me preguntaba," dijo ella, soltando precipitadamente las palabras en un discurso sin aliento. "Necesito saber… " tragó y cerró lo ojos una vez más, pero esta vez casi parecía sentir dolor.

"¿Cree que usted podría sentir algún cariño por mí? ¿Aunque sólo fuera un poco? "

Durante un momento no supo que responder. Y luego, sin una palabra, casi sin pensarlo, ahuecó su cara entre sus manos y la besó.

La besó con cada emoción contenida que había recorrido su cuerpo durante los días pasados. La besó hasta que no tuvo más opción que soltarla, aunque sólo fuera para respirar.

"Sí, sí lo siento," dijo, y la besó de nuevo.

Susannah se derritió en sus brazos, vencida por la intensidad de su pasión. Sus labios viajaron de su boca a su oído, dejando un candente rastro de necesidad a lo largo de su piel. "Sí," susurró él, antes de desabotonarle el abrigo y dejarlo caer al suelo. "Sí. "

Sus manos recorrieron la longitud de su espalda hasta ahuecarse sobre su trasero. Susannah jadeó ante la intimidad de su caricia. Podía sentir su firme y calida longitud a través de la ropa, podía sentir su pasión en cada latido de su corazón, en cada áspera bocanada de aire que él tomaba.

Y entonces dijo las palabras con las que ella había estado soñando. Se separó, solo lo justo para que ella pudiera a mirar profundamente en sus ojos, y dijo, "Te amo, Susannah. Amo tu fuerza, y tu belleza. Amo tu corazón amable, y tu malicioso ingenio. Amo tu coraje, y…- " Su voz se quebró, y Susannah jadeó cuando se dio cuenta de que había lágrimas en sus ojos. "Te amo," susurró él. "Es todo lo que quería decir. "

"Oh, David," dijo ella, ahogándose de emoción, "Yo también te amo. Creo que ni siquiera sabía lo que era el amor hasta que te conocí. "

Él le acarició el rostro, tierna y reverentemente, y Susana pensó que podría decir mucho más sobre cuanto lo amaba, pero entonces notó algo bastante raro…

"¿David," preguntó, "¿por qué está todo tu estudio lleno de papeles arrugados? "

Él la soltó y comenzó a moverse apresuradamente por el cuarto, intentando recogerlos todos.

"No es nada," refunfuñó, agarrando rápidamente la papelera y empujando a su interior los papeles.

"Nada," dijo ella, sonriendo ampliamente al verlo tan apurado. Nunca pensó que un hombre de su tamaño y su porte pudiera moverse tan rápidamente.

"Solo estaba… Estaba… ah… " Se agachó y recogió otro papel arrugado. "No es nada. "

Susannah divisó uno que él no había notado, casi bajo su escritorio, e inclinándose lo atrapó.

"Ya lo cojo yo," dijo David con rapidez, estirando el brazo para arrebatárselo.

"No," dijo ella, sonriendo mientras se giraba de modo que él no pudiera quitárselo. "Siento curiosidad. "

"No es nada interesante," masculló él, haciendo una última tentativa de recuperarlo.

Pero Susannah ya lo había alisado. ‘Hay tantas cosas que me gustaría decir’, leyó. ‘La forma en que tus ojos…’

Y eso era todo.

"¿Qué es esto? " preguntó.

"Una tarjeta de San Valentín," refunfuñó él.

"¿Para mí? " preguntó ella, tratando de ocultar el tono de optimismo de su voz.

Él asintió.

"¿Por qué no la has terminado? "

"¿Por qué no he terminado ninguna de ellas? " respondió él, barriendo el cuarto con un gesto de su brazo, donde docenas de inacabadas tarjetas de San Valentín estaban esparcidas sobre el suelo. "Porque no sabía lo que quería decir. O quizás si lo sabía, pero no cómo decirlo. "

"¿Qué querías decir? " susurró ella.

Él se acercó y le tomo ambas manos en las suyas. "¿Quieres casarte conmigo? " le preguntó.

Por un instante se quedó muda. La emoción de sus ojos la tenía hipnotizada, y llenó los suyos de lágrimas. Y finalmente, ahogándose con las palabras, contestó, "Sí. Oh, David, sí. "

Él levantó su mano hasta sus labios. "Debería llevarte a casa," murmuró, pero sonó como si realmente no fuera eso lo que quisiera hacer.

Ella no dijo nada, porque no quería marcharse. Aún no, al menos. Este era un momento para ser saboreado.

"Eso sería lo correcto," dijo él, pero su otra mano se enroscaba ya alrededor de su cintura, acercándola más a él.

"No quiero irme," susurró ella.

Los ojos de David llamearon. "Si te quedas," dijo con voz suave, "no te marcharas siendo aún inocente. No puedo… – " Se paró y tragó, como si tratara de mantener el control. "No soy lo bastante fuerte, Susannah. Soy sólo un hombre. "

Ella tomó su mano y la presionó contra su corazón. "No puedo irme," dijo. "Ahora que estoy aquí, ahora que finalmente estoy contigo, no puedo irme. Aún no. "

En silencio, las manos de David encontraron los botones en la espalda de su vestido, liberando con agilidad cada uno de sus sujeciones.

Susannah jadeó cuando sintió la caricia del aire frío en su piel, seguida del alarmante calor de las manos de David. Sus dedos recorrieron su espalda de arriba abajo, con caricias ligeras como plumas.

"¿Estás segura? " susurró roncamente en su oído.

Susannah cerró los ojos, emocionada por su última muestra de preocupación. Asintió con la cabeza, y después se obligó a pronunciar las palabras. "Quiero estar contigo," susurró. Tenía que ser dicho -para él, por ella.

Para ellos.

David gimió, y entonces la tomó en brazos y la llevó a través del cuarto apresuradamente, abriendo de una patada una puerta que conducía a…

Susannah miró a su alrededor. Esto era su dormitorio. Tenía que serlo. Exuberante y oscuro y sumamente masculino, con suntuosas cortinas y una colcha de color borgoña. Cuando él la posó sobre la enorme cama, se sintió femenina, deliciosamente pecadora, deseada y querida. Se sintió desnuda y expuesta, incluso con el vestido puesto, que aún colgaba flojamente de sus hombros. Él pareció entender sus temores, y se detuvo a quitarse su ropa antes de seguir con la de ella. Retrocedió sin apartar nunca sus ojos del rostro de ella, mientras desabotonaba los botones de los puños de su camisa.

"No he visto nunca nada tan hermoso," susurró David.

Ni ella. Mientras lo miraba desnudarse a la luz de las velas, la pura belleza masculina de él la golpeó. Nunca había visto un torso masculino desnudo antes, pero no podía imaginar que hubiera otro comparable al de David cuando él dejó caer su camisa al suelo.

Él se deslizó en la cama, a su lado, su cuerpo semidesnudo extendido junto al de ella y sus labios encontraron lo suyos en un beso hambriento. La acarició suave y reverentemente tirando de su vestido hacia abajo hasta que este no fue nada más que un recuerdo. Susannah contuvo la respiración ante la sensación de su piel desnuda contra sus pechos, pero de alguna manera no había tiempo o espacio para sentir vergüenza cuando él la hizo rodar hasta ponerla de espaldas, presionando su cuerpo contra el de ella, gimiendo con voz ronca cuando colocó sus caderas aun vestidas entre sus piernas.

"He soñado con esto," susurró él, alzándose lo justo para ver su rostro. Sus ojos la quemaban, y aunque la débil luz no le permitía ver su color, los sintió ardiendo de un feroz y brillante verde mientras viajaban a través de ella.

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