Литмир - Электронная Библиотека
Y libres de toda culpa
suben a la gloria eterna,
a gozar mayores premios
de los que hay en la tierra.

Todo esto ocurrió en el mes de septiembre del año mil seiscientos y veintisiete, y fue en el cabo Negro, como digo, que está en la costa de Anatolia, frente a las bocas de Escanderlu. Y mientras el capitán Alatriste pronunciaba tan singular responso, el sol poniente tornasolaba nuestras siluetas inmóviles en torno a las tumbas de tantos buenos camaradas, cada una con la cruz -última arrogancia en su memoría- hecha de madera turca. De ese modo quedaron todos ellos, acompañados del rumor de las olas y el graznido de las aves marinas, en espera de la resurrección de la carne; cuando quizá les corresponda levantarse de la tierra revestidos de sus armas, con el orgullo y la gloria de quienes tan fieles soldados fueron. Y hasta ese día lejano seguirán allí, inmóviles junto al mar donde a tan alto precio vendieron sus vidas, riñendo por la codicia del oro y los botines; pero también por su patria, por su Dios y por su rey, que todo cuenta. Durmiendo el largo sueño honrado del que gozan los hombres valientes.

La Navata, octubre de 2006

57
{"b":"100231","o":1}